Cuatro pasos que llevan hacia la libertad

¡Jesús nos hace libres! ¿Qué trae aparejado eso? ¿Por qué “nos hace libres”? Podemos hacer lo que queremos. Este es probablemente el sentir de muchas personas acerca de esto, pero están en el camino equivocado. Porque hay una sola persona que puede ofrecernos verdadera libertad.

Los judíos se indignaron cuando Jesús les dijo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). ¿Por qué “liberarlos”? Ellos no eran esclavos. De cierto, los romanos habían conquistado la tierra que habitaban, pero aún podían vivir su fe.

Fue esta contradicción con la que el Apóstol Mayor Schneider comenzó el Servicio Divino en Toronto (Canadá) el 15 de abril de 2018. “Podemos aprender de esto”, dijo. ¿Son los cristianos tan fuertes hoy como lo eran en ese entonces los judíos? ¿Mantienen su fe a pesar de las influencias externas? “Incluso si el mundo está dominado por el poder del dinero, incluso si hay muchas opiniones, permanecemos siendo cristianos”, continuó.

Liberados del poder del pecado

El Señor explicó a su audiencia que a pesar de que se consideraban libres, eran de hecho esclavos del pecado. Esta brecha entre Dios y el hombre ha existido desde que Adán y Eva obedecieron a la serpiente. El hombre es un prisionero del mal. Pero gracias al sacrificio de Jesucristo el hombre tiene la posibilidad de una vez más acercarse a Dios y tener comunión con Él. “Somos libres para hacer lo que hemos decidido hacer”.

El bautismo con agua es el primer paso en el camino que conduce hacia Él. “Esta libertad es un proceso continuo,” dijo el Apóstol Mayor. Y el Espíritu Santo nos acompaña en este camino: en su efectividad en la prédica y en el poder de la Santa Cena.

Liberados de las limitaciones de la ley

Antes de Jesucristo, la única ley valedera era la ley de los mandamientos. Y eso significaba que todo el que no cumplía con los requerimientos de la ley automáticamente debía sufrir las consecuencias. Para acercarse a Dios, el hombre se vio obligado a hacer lo correcto.

Actualmente, es completamente diferente. “A través del Santo Sellamiento el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, y ahora ya no es una obligación obedecer a Dios”. Hoy, elegimos seguir a Jesucristo por amor porque queremos tener comunión eterna con Él.

Liberados de la lucha por una recompensa

Jesús se ofreció libre y voluntariamente y sin esperar nada a cambio, explicó el Apóstol Mayor: “Dio su vida por nosotros; nosotros no hicimos nada para obtenerla. No pidió nada a cambio”. Y eso significa que debemos ofrecernos voluntariamente como lo hizo Él. “Sirvámosle sin esperar algo a cambio”.

Pero no solo está el aspecto de esperar una recompensa, sino también la esperanza de un favor de su parte. Su amor no está limitado ni por el origen, las faltas o incluso la negación a seguirlo de una persona. El Espíritu nos enseña a amar como el Señor, libre de todo prejuicio.

Liberados del egocentrismo

“Puedo hacer lo que quiera. No necesito a nadie. Soy mi propio jefe”. ¿Es eso libertad? “No,” respondió el Apóstol Mayor. “La libertad de un cristiano es ser parte del cuerpo de Cristo, donde cada miembro sirve a los otros”.

“No hay un indicio de dominación”. No queremos ser más importantes o más amados que nuestro prójimo. No creemos que nuestras preocupaciones son más importantes que las de nuestro prójimo o que nuestras ideas son mejores que las de los demás. No existe tal cosa como “yo soy la medida de todas las cosas”, porque eso, precisamente, es la idea detrás de gobernar a los demás.

“No queremos dominar a nuestro prójimo. Ayudémoslo y aceptémoslo como es”, dijo concluyendo el Apóstol Mayor. “Seremos absolutamente libres para recibir el cuerpo de la resurrección y esperar a la nueva creación, donde incluso la creación estará libre del dominio del pecado. Ese es nuestro futuro, nuestra misión, y nuestro camino.”

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Andreas Rother
30.05.2018
Canadá, apóstol mayor, servicio Divino