Cinco “centrales generadoras” de fuerza espiritual

Ser fuertes para proteger la vida eterna del mal: este es el encargo del creyente del siglo XXI. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider menciona cinco fuentes para obtener la fuerza necesaria, que ya utilizó Jesús.

El 9 de abril de 2017 es Domingo de Ramos: 816 personas, de las cuales 213 habían sido invitadas, participaron de un Servicio Divino con el Apóstol Mayor en el Centro de Convenciones Vasco Núñez de Balboa, en la ciudad de Panamá, al final de su viaje al país. Lo acompañaban en esta oportunidad el Apóstol de Distrito Leonard R. Kolb (EE.UU.), el Ayudante Apóstol de Distrito John William Fendt jun. (EE.UU.) y los Apóstoles Julio César Yepez Moratinos (Panamá), Miguel Ángel Flores Córdova (Panamá) y Emanuel Lacunza y Díaz (Venezuela).

El Presidente de la Iglesia colocó su prédica bajo la cita de Mateo 12:29: “Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa”.

“El pasaje bíblico resume el mandato del Hijo de Dios. Él llegó a un mundo gobernado por el mal, para vencer al pecado y liberar al hombre de ello”, así expresaba el Apóstol Mayor Schneider.

La victoria sobre el mal fue posible para Jesús, porque siempre tenía suficiente fuerza. Pero sus fuentes para obtener fuerzas son las mismas fuentes de fuerza para los creyentes de hoy.

1. La comunión con Dios

“En las oraciones, en la conversación con su Padre, Jesús encontró la fuerza que necesitaba para luchar”. Esta fortaleza también está a disposición del hombre mediante la comunión con Dios en la oración, en el Servicio Divino y en la Santa Cena.

Sin embargo, la riqueza y las diversiones terrenales “pueden actuar como ataduras que nos mantienen inmóviles. Ya no tenemos tiempo de orar. Estamos tan ocupados y tenemos tantas cosas que terminar que ya no tenemos tiempo para el Servicio Divino”.

2. La humildad ante Dios

“Porque Jesús era humilde, no colocó su voluntad por encima de la su Padre. Jesús hizo exactamente lo que su Padre quería que hiciera”. Esta humildad, según el Apóstol Mayor, fortaleció a Jesús. Lo que se aplica a Jesús, también se aplica a los hombres. “Si somos humildes y obedientes, Dios nos puede bendecir. Y lo que está bendecido, es fuerte”.

¿Cuál es la táctica del maligno? “Hey, tus pensamientos y opiniones no están tan mal. ¿Por qué haces siempre lo que otros te dicen? No seas tonto. ¡Compórtate como el adulto que eres!”

3. La perfección

“Jesús era perfecto. Nunca cometió un solo pecado. El maligno no pudo encontrar ni siquiera un pecado en Él. Ese era el poder de Jesús: ‘El príncipe de este mundo no encontró nada en mí’. Pero esto no se puede transferir a nosotros, porque definitivamente no somos perfectos”, dijo el Apóstol Mayor Schneider. Pero a través de la gracia de Dios, el hombre puede ser puro y fuerte. “¡Una fuerza, sin duda, maravillosa!”.

¿Cómo coloca sus ataduras el maligno? “Con la voz de la soberbia humana. Y luego decimos: ‘Ok, lo que hice no puede estar mal. Otros hacen lo mismo y algunos hacen cosas peores’“. El Apóstol Mayor explica que hace falta arrepentimiento y reconocimiento del propio carácter pecaminoso, y que si tampoco hay disposición a perdonar, se deja lugar a la soberbia.

4. La confianza en Dios

“Ocurra lo que ocurra, Jesús sabía exactamente: 'Mi Padre hará lo correcto'. No estoy seguro, si siempre comprendió lo que su Padre hacía, pero confiaba en Él". También el creyente puede ser fuerte en la confianza en Dios.

La situación termina siendo peligrosa, si el diablo destruye esta confianza y conduce a la vacilación: “¿Pero tienes tú pruebas del amor de Dios? No creas todo lo que te dicen. ¡Necesitas pruebas!” Las dudas devienen en debilidad, no en fortaleza.

5. El amor a los hombres

“Porque Él nos amó, pudo entregar su vida. Esta fue su motivación. Él quería que fuésemos salvados. De ello sacó las fuerzas para llegar hasta el final y morir en la cruz”.

El maligno hizo sus intentos empleando el egoísmo y apelando a la egolatría. “¿Por qué siempre tienes que hacer ofrendas? ¿No crees acaso, que Dios te pide demasiado? ¡Deberías disfrutar tu vida, tu tiempo, tu dinero!” Si nos hiciéramos eco de ello, el amor se debilitaría, las diferencias con el prójimo se notarían más y se presentarían incompatibilidades e intolerancia. “Y después, definitivamente quedaríamos debilitados. ¡Sin amor, concluyó el Apóstol Mayor, no podemos ingresar al reino de Dios!”.

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