Familiarizados con Dios y su obrar

El país no necesita ni mini teólogos ni personas con halo. Antes bien, necesita jóvenes cristianos que tengan una relación con Jesús y se dejen entusiasmar por Dios: éste es el deseo de padres y docentes para sus hijos.

Ninguna persona nace como cristiano convencido y responsable de sí mismo. Para la confianza en Dios y su obrar es necesario crear una base, un fundamento. Para la fe en Dios se necesitan instrucciones y experiencias en Dios. Esta regla es válida tanto para personas jóvenes como para las de edad más avanzada.

Generad posibilidades para una educación cristiana

La educación de los niños en la fe cristiana tiene diferentes motivaciones:

El amor que los padres sienten por sus hijos. Los padres creyentes quieren transmitirles a sus hijos la misma seguridad, la misma alegría, la misma esperanza que ellos mismos extraen de su fe. Este propósito motiva a los padres a ser un modelo para sus hijos y a narrarles sus propias experiencias en la fe.

El encargo que Dios dio a los padres “Ya en el antiguo pacto, Dios manda a los padres que instruyan a los hijos sobre sus obras y sus disposiciones; esto forma parte de una educación consciente de la responsabilidad que implica” (Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica, Catecismo INA 12.4.1). Esta exhortación también está vigente en la actualidad, ya que los niños deben ser incentivados a asumir responsabilidad por sus actos, guiados por los valores fundamentales que establece el Evangelio. De ello forma parte instruirlos en el amor a Dios y al prójimo. Asimismo, deberán ser un modelo tanto en la vida de oración como en la fidelidad de la ofrenda.

La promesa de los padres ante Dios. En el Santo Bautismo con Agua y el Santo Sellamiento, los padres confiesan su fe en Jesucristo y asumen la responsabilidad por la educación religiosa de sus hijos en el sentido del Evangelio. Es esta una promesa que el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider hizo recordar en sus pensamientos relacionados con el lema del año 2018.

Generad espacio para los niños: los niños son la Iglesia

Los jóvenes cristianos no sólo son el futuro de la Iglesia, sino también la Iglesia actual. Forman parte de la comunidad de la Iglesia igual que el estudiante, la madre soltera, el matrimonio mayor de cincuenta, el jubilado activo y el Pastor. La Iglesia tiene espacio para todos; ofrece tanto a una comunidad grande como a los grupos pequeños con especial dedicación actividades adecuadas para cada edad.

“Una tarea importante para los portadores de ministerio y los hermanos y hermanas que tienen a su cargo funciones de docencia, es apoyar a los padres en su responsabilidad para que los niños crezcan como cristianos nuevoapostólicos con convicción” (Catecismo INA 12.4.1).

Generad tiempo para Dios. Los niños necesitan de la Iglesia

“Ir a la escuela los domingos” no es el corolario de una extenuante semana escolar, sino una posibilidad muy especial que se ofrece a los jóvenes cristianos. Según las posibilidades locales, se ofrecen actividades diferentes: Preescuela Dominical, Escuela Dominical, Escuela de religión y Año de confirmación. Junto con los docentes:

  • Se despierta y fortalece en los hijos de Dios la alegría en la comunión y en los Servicios Divinos.
  • Se transmite a los niños el obrar de Dios mediante historias bíblicas.
  • Se fortalece la fe en las promesas divinas.
  • Se explica a los niños el desarrollo de los Servicios Divinos, la importancia de los Sacramentos y de los actos de bendición, y también de las festividades religiosas.

Para los cristianos, la crianza de sus hijos no sólo supone que crezcan para que las nuevas generaciones más adelante estén en condiciones –con independencia del fundamento del que se trate– de decidir a favor o en contra de una fe en Dios. Los cristianos quieren que sus hijos ya en sus primeros años de vida reúnan experiencias con Dios, aprendan a confiar en Él y configuren su vida con Dios.

El rey Salomón explicó hace unos 3000 años atrás: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos” (Salmos 127:3). Y ellos merecen tener padres que los amen, asistentes espirituales responsables y maestros sabios. Los niños necesitan modelos fuertes en la fe. Ellos lo valen.



Foto: Robert Kneschke / fotolia.de

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