Fuerza, valor, alegría: el ancla de la esperanza

Ya sea cuando el alma es sacudida por tormentas o cuando pierde el rumbo por corrientes, hay un ancla que la protege del naufragio. Un Servicio Divino sobre un texto bíblico complicado que con las explicaciones del Apóstol Mayor se vuelve sencillo.

"La cual [la esperanza] tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec". Sobre este texto bíblico de Hebreos 6:19-20 predicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 23 de octubre de 2016 en Perth (Australia).

Con buen fundamento

Un ancla protege al barco de ser arrastrado por el viento y las olas. Así también la esperanza hace posible quedar en comunión con Dios en todas las circunstancias. El ancla penetra hasta dentro del velo del templo, en el santísimo, en el lugar donde habita Dios. "Nuestra esperanza está anclada en Dios mismo".

¿Qué es esta esperanza? De todos modos, más de lo que uno entiende por ella. Pues detrás de ella no sólo está la confianza en la realización de lo que uno mismo se desea, sino también la confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios, en el envío de su Hijo para llevar con Él a los suyos, la eterna comunión con Él, así como la nueva creación.

La esperanza tiene el mejor fundamento, pues "Dios no puede mentir. Él es la verdad". Y "Él es todopoderoso. Nada puede oponerse a que haga su voluntad".

Precursor e intercesor

¿Y a qué se refiere el "precursor" del texto bíblico? Cuando los grandes barcos no podían acceder al lugar donde debían echar el ancla, se la cargaba en un pequeño bote para luego arrojarla en un lugar seguro. "Jesús fue este precursor", explicó el Apóstol Mayor Schneider.

Resucitado de los muertos, Cristo entró como primicia en el reino de Dios. "Él ya está allí. Él nos mostró el camino. Él lo hizo posible. Y Él ora por nosotros". Pues Jesús es ahora el que intercede por nosotros a la diestra de Dios.

Se siente cada día

"La esperanza nos preserva del naufragio espiritual". Una vez que está echada, esta ancla casi no se ve. Pero su efecto en la vida cotidiana se siente muy concretamente. "A veces nos enfrentamos a tormentas. Somos sacudidos de aquí para allá, somos examinados y muchas veces tenemos que sufrir". Pero la esperanza en una gloria que es mucho mayor se ocupa de que "no seamos arrastrados lejos de Dios".

En tiempos de calma, el ancla evita que el barco sea llevado por la corriente. Así la esperanza protege de perder el rumbo espiritual y ayuda a permanecer firmes en la ansiedad de la espera. Y finalmente, la esperanza transmite una y otra vez fuerzas y valor cuando uno se ve confrontado con las propias debilidades, con adversidades o con la potestad del maligno.

El capitán decide

Sin embargo, el capitán decide si el ancla permanece echada o si es levantada. "Depende de nosotros quedar anclados en Jesucristo". El ancla es levantada cuando Cristo ya no ocupa el primer lugar en nuestro corazón. ¿Y cómo se puede comprobar esto? "Cuando se nos hace más importante que Dios cumpla nuestros deseos que el hecho de que cumpla su promesa".

"No levantes el ancla de la esperanza", fue el llamado del Apóstol Mayor. "Cuando obramos para el Señor en su Espíritu, experimentaremos la bendición. Y esta esperanza nos colma de alegría".

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Andreas Rother
30.11.2016
apóstol mayor, servicio Divino