Agradecimiento por lo maternal en la vida de fe
El Día de la Madre no sólo es un día de celebración en honor a las madres en tanto personas, sino también consagrado a la ternura maternal. ¿Dónde se encuentra esta ternura maternal en la vida en la fe? Para hacerle honor a la celebración, sobre este aspecto echa luz un autor especial: el Apóstol Mayor e. d. Wilhelm Leber.
En el Día de la Madre honramos a nuestras madres. Les agradecemos por su amorosa dedicación y por las incontables situaciones en que nos ayudaron. También honramos los pequeños gestos y los actos de amor, de los que en la rutina de cada día sólo se toma nota al pasar.
Ahora quiero dirigir la atención a una “familia” especial: me refiero a la comunidad. Allí también encontramos el “factor maternal”. Las hermanas y los hermanos se involucran amorosamente y se ocupan de que cada uno se sienta aceptado.
Pienso en mi propia comunidad, una comunidad completamente “normal” con sus fortalezas y sus debilidades. Ya en descanso tengo tiempo de observar y advertir muchas cosas buenas. Y quiero expresar una vez conscientemente un «muchas gracias” por todos los pequeños favores y auxilios prestados. Encontramos hermanos y hermanas que:
- Se ocupan del orden externo y se preocupan porque todo transcurra con prolijidad y que sea atractivo. ¡Gracias por ello!
- Se ocupan de lo gastronómico. Después del Servicio Divino, muchas veces permanecemos juntos compartiendo un café con tortas. Cuando se reúnen nuestros mayores nunca falta algo de comer y de beber y siempre hay alguien que se ocupa de todo. ¡Gracias por ello!
- Se ocupan de los otros hermanos y hermanas y de los invitados, de dirigirse a ellos con cuidado y de incluirlos en la comunión: ¡Gracias por ello!
- Aportan sus ideas, dan incentivos y organizan actividades comunitarias. ¡Gracias por ello!
- Estimulan con aportes musicales como introducción al Servicio Divino. ¡Gracias por ello!
- Visitan a los enfermos y a los ancianos. ¡Gracias por ello!
En este punto quiero referirme a las hermanas que desempeñan un papel muy característico en la vida de la comunidad. Están orientadas en lo práctico, no pierden de vista nada y siempre están dispuestas a ayudar. ¡Gracias por ello!
¿Y los portadores de ministerio? Su servicio también es “maternal”. El Apóstol Pablo dice: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza… que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos” (1 Tesalonicenses 2, parte de 7 y 8). ¡Muchas gracias por esto!
Algunos lectores en este punto quizás digan: el cuadro que se ha pintado aquí es brillante. ¡Cómo no reconocer que la comunidad no está libre de defectos! No negaré que los hay pero afirmo que este “factor maternal” existe en todo lugar, aunque a veces sea más o menos pronunciado. Y si a pesar de todo aún no estuviera del todo representado, ¡aboguemos porque reluzca con más claridad!
El “factor maternal” permanece; lo volveremos a encontrar, incluso en el mundo del más allá. Este pensamiento lo tomo de lo expresado por el Apóstol Pablo, según se lo cita en Gálatas 4:26: “Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre”.
¡Estoy muy agradecido por tanta “ternura maternal”!
Foto: Oliver Rütten