Una doble certeza puede ser la causa de la alegría en todas las circunstancias. Sobre esto escribe el Apóstol de Distrito Bernd Koberstein (Hesse/Renania Palatinado/Sarre) en su En foco.
El tema de la alegría es polifacético. Numerosos aspectos ya han sido descriptos en los artículos «En foco» publicados, entre otros la alegría de servir, las fuentes de la alegría, transmitir alegría.
Una de las colaboraciones abordó un aspecto de la «alegría en Cristo» citando la palabra de 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Quisiera tomar esto y completarlo. Con el don del Espíritu Santo hemos recibido vida divina. Cristo vive en nosotros. Si a esta vida y naturaleza de Dios le damos espacio en nuestro interior y dejamos que el Espíritu Santo reine en nosotros, viviremos en Cristo y nos esforzaremos para manifestar cada vez más su naturaleza.
Si vivimos así en Cristo, también estaremos llenos de su alegría. ¿Qué alegría es esta? En Juan 15:11 leemos: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido». ¿Y cuál era la alegría de Jesús, qué había dicho antes a los Apóstoles? «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor». Su alegría era, por lo tanto, ser amado por su Padre. Y con este amor también nos ama a nosotros. Sin reducción alguna.
Es alegría en Cristo cuando vive en nosotros la certeza: nuestro Padre celestial y su amado Hijo Jesucristo nos aman.
Su alegría también fue expresada en las palabras: «Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28). Esa no sólo era su certeza, también era su alegría.
Es alegría en Cristo cuando vive en nosotros la certeza: ¡Vamos al Padre! El Novio de nuestra alma vendrá para llevar a su novia.
Estos dos ejemplos también dejan en claro qué importante es nuestra fe. Creemos en el retorno de Cristo. Además, hay que estar seguros de que Dios y Cristo nos aman no sólo en tiempos felices. Precisamente en tiempos de aflicción y tribulaciones, en circunstancias que a veces ya no podemos entender, no nos acobardemos, sino guardemos la fe de que Dios igual nos ama y está con nosotros.
Si podemos vivir esta alegría en Cristo con fe, ella nos colmará incluso en la tribulación. Es independiente de las circunstancias por las que debemos pasar. Si tenemos esta alegría, también podremos irradiar alegría y producir alegría. Esto pone en marcha un ciclo grandioso de la alegría divina: tenemos alegría en Cristo, la irradiamos, la transmitimos, ¡y ella siempre regresará a nosotros! Finalmente llegará el instante del que escribe el Apóstol Pedro: «… os alegraréis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas» (1 Pedro 1: parte de 8-9).