Sus méritos en bien de la Iglesia son incuestionables, aunque para reconocerlo se haya necesitado largo tiempo. Muchos millones de cristianos invocan hoy su dogma. Los Servicios Divinos de la Iglesia Nueva Apostólica también contienen huellas de Lutero, ya sea elementos de la liturgia o bien en el alemán la muy elogiada traducción de la Biblia a ese idioma. ¿Quién fue ese hombre? Respuestas.
Nació en 1483. En aquel tiempo el mundo era más pequeño, pero no muy diferente al actual. Había pobreza, opresión, poca formación. Lutero, como sacerdote católico, era en todo el maestro, no sólo para sus estudiantes, sino también para su entorno. Quería enseñar a la gente que lo rodeaba. Su objetivo pedagógico era la formación, en forma muy similar a cómo la ven hoy los buenos maestros. Y Martín Lutero tenía formación. Tradujo la Sagrada Escritura, que en ese momento ya estaba traducida a algunos idiomas, pero no a un alemán uniforme. Y tampoco estaba impresa, sólo existía dibujada a mano. Así tradujo la Biblia al alemán; a un alemán que más tarde hizo escuela y llegó mucho más allá de las fronteras del pequeño mundo de Lutero.
Un cristiano derecho
Lutero también era un cristiano derecho. El negocio de las indulgencias, según el cual uno se podía desligar de los pecados cometidos abonando una suma de dinero, le desagradaba profundamente. Destacaba en el tiempo de su vida la gracia de Dios –sola gratia–, su amor y misericordia frente al hombre caído en el pecado. Hoy esta posición se conoce como la doctrina de la justificación. El Apóstol Pablo escribe sobre la misma en su epístola a los Romanos: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Sola fide: sólo la fe lo hace, no las obras, no el dinero. Este versículo bíblico llevó a Lutero a tener una nueva interpretación de la Escritura: la justicia eterna de Dios es el regalo de gracia a los hombres, totalmente inmerecido, sin nada a cambio. Para él, Lutero, la Biblia era “lo que impulsa Cristo” y la doctrina de la justificación era el centro de la Escritura. Sola scriptura.
Tesis de la Reforma
El 31 de octubre de 1517 se dice que clavó sus 95 tesis en la puerta del Palacio de Wittenberg. Fueron así públicas y de inmediato alcanzaron un gran eco. Con sus enunciados con ánimo de contienda se dirigía ante todo en contra del negocio de las indulgencias. Esta práctica para él no bíblica, colocó la piedra fundamental de la Reforma. Más y más cristianos se desligaron del seno de la Iglesia Católica, surgieron nuevos pensamientos, nuevas comunidades, nuevas Iglesias. La respuesta a ello fue la Contrarreforma. Los cristianos mataban a cristianos, comenzó el difícil tiempo del escalamiento y la hoguera. Sin embargo, Lutero no quería otra cosa que la “libertad de las personas cristianas”, como fue el nombre de una de sus obras. El 18 de febrero de 1546 muere el gran pensador y teólogo.
¿Y hoy?
¿Qué podemos aprender hoy de Lutero? Aprendemos a ser cristianos derechos como él, la dedicación interior al Dios y Padre, la concordancia de la Escritura y la propia vida. Su Pequeño y su Gran Catecismo son obras de confesión que vale la pena leer. Su idea de la justificación sólo por la fe, es válida para reflexionar sobre ella. Y su fe de que Jesucristo está realmente presente en el festejo de la Santa Cena, también la creen los cristianos nuevoapostólicos: “Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre”. Lo que permanece ante todo es su traducción de toda la Sagrada Escritura al idioma alemán. Por medio de ella, desde hace siglos generaciones aprendieron el Padre Nuestro o la enseñanza del padre misericordioso que vuelve a adoptar a su hijo a pesar de que este había hecho todo mal.
Palabra clave: luterano
La Iglesia Evangélica Luterana pertenece a la familia confesional de las Iglesias protestantes. Basa su doctrina en toda la Sagrada Escritura y en los escritos confesionales de la Iglesia Evangélica Luterana: los Catecismos de Martín Lutero, sus Artículos de Esmalcalda o la Confesión de Augsburgo (Confessio Augustana). A la familia confesional luterana pertenecen unos 74 millones de cristianos.