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Riqueza divina elevada al cubo

noviembre 4, 2015

Author: Andreas Rother

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Una mirada a lo profundo del arca del tesoro del trino Dios fue ofrecida por el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en el último Servicio Divino que condujo en Suiza. Interpretó una vieja parábola muy conocida en varias dimensiones.

«Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios». Con estas palabras finaliza la historia que relata el ejemplo del hombre rico (Lucas 12:16-21). Y este texto bíblico constituyó la base de la prédica el 18 de octubre de 2015 en Zofingen (Suiza).

«¿Qué había de equivocado en ese hombre? El ser rico… Eso no era un pecado. El problema era su posición de corazón». Al respecto el Apóstol Mayor mencionó como las «características de la avaricia»:

  • Uno se olvida de agradecer: Las personas por lo general están convencidas de que lo que poseen se lo ganaron por sí mismos. «Y entonces uno se olvida muchas veces de agradecer no sólo a Dios, sino también a su prójimo, su esposa y su familia que también colaboraron».
  • Uno quiere disfrutar sin límites: «Son tuyos: tu tiempo, tu dinero, tu tiempo libre, tu salud, tú puedes disponer de ellos». Pero esto no te exime de seguir trabajando en la salvación de tu alma y de cumplir las obligaciones que tienes para con Dios.
  • Uno piensa sólo en sí mismo: «El hombre rico no pensó ni un momento en el prójimo, unas siete veces dice allí yo, yo, yo». Pero: «Como yo me manejo con los recursos, como yo trato al medio ambiente, todo eso tiene consecuencias para los demás».
  • Uno piensa a corto plazo: «Nuestra meta es la eterna comunión con Dios. Por eso pongamos nuestras prioridades de manera que podamos alcanzar la dicha eterna».

La cuádruple riqueza…

«Debemos volvernos ricos en Dios», dijo el Apóstol Mayor Schneider. Pero: «¿Qué significa ser rico?».

  • «Es rico el que no sufre necesidades.
  • El que es rico, puede hacer su vida más agradable.
  • Puede dar una parte de su riqueza e igual no le faltará nada.
  • El que es rico puede comprarse cosas que los demás no pueden darse el lujo de adquirir».

«¿Qué riqueza nos ofrece Dios?», dice la próxima pregunta. Las respuestas:

  • Jesucristo abre la riqueza de su gracia.
  • Dios, el Padre, ofrece la riqueza de su amor.
  • El Espíritu Santo da acceso a la riqueza de la palabra y el reconocimiento.

…en el trino Dios…

«Por su sacrificio Jesucristo nos ha liberado de la muerte eterna. Por su gracia nos hace más agradable la vida. Nos perdona los pecados, no libera de la carga de nuestra culpa. Sabemos que somos ricos en la gracia de Cristo, por eso podemos perdonar a nuestro prójimo con total tranquilidad. Entonces no perdemos nada de nuestro honor y nuestra dignidad. Por esa gracia podemos darnos un lujo que normalmente ninguna persona puede darse: podemos entrar en la gloria eterna».

«Somos ricos en el amor de Dios. Él es un Dios que quiere ayudar. Pues mayor es Dios que tu necesidad. Él me ha escogido, Él quiere que pueda estar eternamente con Él. Si somos tan ricos en el amor de Dios, nos alegramos si también da este don en abundancia a nuestro prójimo. Como nos sabemos amados, nos podemos dar el lujo de tener un corazón lleno de paz y alegría también en la tribulación».

…reconocerla y apropiarse de ella

«El Espíritu Santo nos conduce al reconocimiento. Su doctrina, su palabra perduran eternamente, no pierden su valor. Por esta riqueza podemos hacer nuestra vida más agradable. Pase lo que pase, siempre hay un camino para ser bendecidos por Dios. La palabra de Dios, el reconocimiento de Jesucristo no son misterios reservados a unos pocos; por el contrario, anunciemos el Evangelio. Por la doctrina de Dios y su Hijo gozamos de un lujo que no tiene ninguna otra persona: conocemos el futuro. En algún momento, el Señor Jesús nos buscará y entonces estaremos con Él eternamente».

El Apóstol Mayor finalizó su prédica con el llamamiento: «Reconozcamos la riqueza de su gracia y apropiémonosla. Reconozcamos la riqueza de su amor. Apropiémonos cada vez más de su doctrina y su reconocimiento. Esto es una riqueza sin igual».

noviembre 4, 2015

Author: Andreas Rother

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