Un programa de consuelo multidimensional fue desarrollado por el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en su último Servicio Divino en Berlín (Alemania). De todos modos, no alcanza simplemente con recibir consuelo…
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios». Así dice el texto bíblico de 2 Corintios 1:3-4 sobre el que se basó la prédica del 14 de febrero de 2015 en Berlín-Lichtenberg. Incluyendo la transmisión por vídeo a 70 comunidades, el Servicio Divino contó con 8.100 participantes.
El Consolador preparado para cuando sea llamado
Hasta aquí está claro: «Como cristianos nuevoapostólicos no nos va mejor ni peor que a los demás», dijo el Apóstol Mayor: «Somos seres humanos, tenemos que enfrentar enfermedades, la muerte, injusticias». Quizás hasta con un poco más: «Nos esforzamos para quedar fieles a Dios a pesar de todo». Por eso a veces hay que luchar.
«Os consolaré como lo consuela a uno su madre», dice la promesa del Señor. «Hoy Dios siempre nos consuela a través del Espíritu Santo». Este ayudador, esta asistencia no importuna. Él «sólo viene cuando lo llamamos».
El programa divino de consuelo
Tres por tres aspectos del programa divino de consuelo son desarrollados por el Apóstol Mayor Schneider en su prédica: «La primera faceta del consuelo es calmar el dolor«.
- Con amor: «Dios no te ha olvidado. Él te ama así como amó a su Hijo cuando estaba sobre la tierra».
- Con esperanza: «No quedará así. Pronto esto cambiará por completo».
- Con cercanía: «A través de pequeñas señales y pequeñas vivencias se nota, se siente y se vive la cercanía de Dios».
«Esta es la segunda faceta. Dios fortalece a través del Espíritu Santo».
- «Nos muestra cómo debemos orar«.
- «En cada Servicio Divino, el Espíritu Santo nos concede las fuerzas a través de la Santa Cena«.
- «Cuando Dios permite una prueba, nos está dando una responsabilidad. Ahora debes ser una bendición para tu prójimo, debes ser un ejemplo».
«Y después viene la tercera faceta: el consuelo de Dios también es redención«.
- Dios concede su gracia: «Si ahora hiciste algo equivocado, no te preocupes, ya todo está bien».
- Jesús venció el mal: «El trabajo de redención ya está en marcha, la mayor parte ya está hecha».
- La promesa para el futuro: «Y la gran redención todavía está por delante, cuando podamos entrar en su reino, donde Dios borrará toda lágrima».
Nosotros mismos preparados como consoladores
«Lo que Dios hace por nosotros, lo debemos hacer por el prójimo», convocó el Apóstol Mayor a ser nosotros mismos consoladores. Sus instrucciones siguieron el programa divino de consuelo:
Calmar dolores:
- Renunciar a juzgar: «La expresión tan tonta: ‘Tú mismo tienes la culpa’ no ayuda a nadie».
- Ser partícipe: «Nos tomamos el tiempo para escuchar».
- Dar esperanza: «No te preocupes, no quedará así. El Señor cambiará la situación».
Ayudar y fortalecer:
- Interceder: «La primera acción de ayuda es orar por el prójimo».
- Dar testimonio: «Simplemente contar sobre la ayuda de Dios que hemos experimentado nosotros mismos».
- Expresar valoración: «Sabes, eres un ejemplo para mí. Te miro para ver cómo dominas la situación».
Contribuir a la redención:
- Trabajar en nuestra propia redención: «Tanto más venzo al mal en mi corazón, tanto menos soy una piedra de tropiezo para mi prójimo».
- Vencer el mal con el bien: «Cuando pasa algo, hagamos un poco más el bien para que vuelva a haber equilibrio. El bien siempre tiene que ser más grande y hermoso o más que el mal».
- Pedir por el retorno de Cristo: «No nos cansemos de orar: Ven pronto, Señor».
«El Espíritu Santo nos consuela», dijo el Apóstol Mayor para terminar. «Él calma el dolor, nos ayuda y fortalece, nos redime. Y espera de nosotros que lo hagamos también por nuestro prójimo. Para mí, a decir verdad, este es un programa muy bueno».