El crecimiento solo, no alcanza. Recién cuando están maduros, los frutos son valiosos y ricos para comer. Qué tan actual es aún en el año 2016 la parábola de Jesús sobre el sembrador, lo muestran indicaciones actuales del Apóstol Mayor.
350 hermanos y hermanas se reunieron con el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el sábado 25 de junio de 2016 en Bălți para el Servicio Divino. En su viaje a Moldavia de cuatro días de duración, este fue el primero de los dos Servicios Divinos que ofició el Apóstol Mayor. Basó la prédica en el texto bíblico de Lucas 8:14: «La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto».
Motivos para no alcanzar la madurez
Con la parábola del sembrador, Jesús explica qué es la palabra de Dios y cómo pueden manejarse las personas con esta palabra, menciona el Apóstol Mayor Schneider. La imagen de los espinos hace referencia a las personas que a pesar de oír la palabra, no la llevan a la práctica por completo. Por preocupaciones, pero también por las alegrías de la vida, el llevarla a la práctica queda en el camino. La semilla se ahoga. El Apóstol Mayor destacó tres situaciones:
- No dejarse inundar por las preocupaciones cotidianas . «Hay personas que se acercan a Jesús para oír su palabra, están interesadas en oírla. Pero la vida material es mucho más importante para ellas. Después de un tiempo uno comprueba que nada ha cambiado. Concurren a los Servicios Divinos, pero el desarrollo no se produce».
- No utilizar la ayuda de Dios sólo para las preocupaciones materiales. «Toda su vida de oración gira en torno de su existencia material, su relación con Dios sólo está fundada en ella». Y «pensamientos como ‘aunque voy a la Iglesia, me enfermé y mi esposo se murió’ ahogan la fe».
- No dejarse desalentar por las imperfecciones humanas. «Al comienzo todos eran fieles hijos de Dios, pero en el curso de los años se conoce mucho mejor al hermano y a la hermana. Sus imperfecciones nos preocupan, a veces incluso nos sentimos amargamente defraudados».
El proceso de maduración
El fruto recién está maduro, menciona el Director de la Iglesia, cuando ha alcanzado su completo desarrollo, cuando ha perdido su acidez, es rico para comer y está listo para ser cosechado y utilizado.
Aceptar la palabra de Dios con fe hace crecer los frutos. Sin embargo, los frutos no deben crecer solamente, sino que también deben alcanzar la madurez. La máxima autoridad de la Iglesia mencionó cinco frutos espirituales y su maduración:
- Obediencia: «El fariseo que llegó al templo era muy obediente. Pudo decir de sí que cumplía todos los mandamientos». Pero de últimas olvidó que dependía de la gracia de Dios. «Cuando la obediencia madura, la acompaña la humildad. Obramos conforme a la palabra de Dios siendo conscientes de que necesitamos la gracia».
- Seguimiento: «Una vez Pedro se acercó al Señor y dijo: «He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?» (Mateo 19:27). Pedro todavía no estaba maduro en el seguimiento». «Cuando el seguimiento madura, seguimos al Señor Jesús por amor. No nos importa recibir una recompensa, una corona».
- Confianza: «Yo confío en el amado Dios, Él me ayudará, Él hará que todo esté bien». Este es un hermoso fruto, el cual también debe madurar. «Maduración es decir como Jesús: ‘Señor, no entiendo lo que haces, pero en tus manos encomiendo mi espíritu’ (Lucas 23:46). Esto es plena confianza«.
- Reconocimiento: «El Señor envió a los discípulos a un pueblo en Samaria, pero las personas no aceptaron a Jesús. ‘Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?'». Jesús dijo que no; más adelante los discípulos entendieron que Jesús amaba a los pecadores y los quería salvar.
- Amor: «Si aceptamos la palabra de Dios con fe, crecerá de ello el fruto del amor. Amaremos al amado Dios y a su Hijo cada vez más». Pero el amor también debe madurar, citó el Apóstol Mayor Schneider. «Un amor está maduro cuando también se ama al prójimo. Nuestro amor a Dios nunca puede ser más grande que el amor a nuestro prójimo«.
Medición del grado de madurez espiritual
«Ocupémonos no sólo de traer frutos, sino de que estos maduren», dijo el Apóstol Mayor sintetizando. «Cuando el fruto está maduro, es dulce y ya no esta ácido, sino que es rico para comer. Mientras nuestros frutos no estén maduros, no somos agradables a las personas». Hay dureza contra el prójimo, uno quiere corregirlo y aleccionarlo. «Pero cuando el fruto está maduro, hay comprensión, mansedumbre, misericordia y magnanimidad hacia el prójimo. No hay fanatismo, sino un corazón abierto para el prójimo, incluso si no está de acuerdo con nosotros».