Ser pacientes con las imperfecciones del prójimo, pero también con nosotros mismos. El Apóstol Mayor Schneider muestra cómo el Espíritu Santo ayuda en situaciones totalmente cotidianas.
Más de 1.000 presentes tuvo el Servicio Divino el domingo 7 de agosto de 2016 en la iglesia de Leipzig/Alemania. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider basó su prédica en la palabra de Santiago 1:2-3: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia».
El texto bíblico exhorta a ser pacientes en las pruebas. En otras traducciones bíblicas dice «tentaciones»: el maligno intenta separarnos de Dios; o también «examinaciones»: Dios nos quiere ayudar en las examinaciones para que crezcamos y nos sigamos desarrollando.
Con paciencia no se hace referencia a una espera pasiva, a un «Bah, no te preocupes, ya va a mejorar». La paciencia se reconoce por una fe firme en Dios, un seguimiento activo a Jesús, un servir constante en la comunidad. «La paciencia tiene algo que ver con constancia, con tenacidad, con perseverancia», dijo el Apóstol Mayor Schneider quitando del paso que: «Esta paciencia no tiene que ver en absoluto con nuestro carácter. Es un fruto del Espíritu Santo». Y donde está activo el Espíritu Santo, allí surge la paciencia.
Paciencia en la tentación
«Entonces viene cualquier espíritu que nos quiere poner en claro que lo que Dios dice no es así. Lo que Él prometió, de nada sirve», describe la máxima autoridad de la Iglesia cómo es la tentación actualmente. Pero a través del Espíritu Santo las personas fueron enseñadas: «La voluntad de Dios está vigente y lo seguirá estando hasta el final». Y de esta enseñanza surge la paciencia: «Y si millones de personas dicen que hoy ya no va, nosotros quedamos firmes en la fe».
Paciencia bajo la cruz
«Seguir al Señor no hace la vida más fácil. Entretanto todos ya nos hemos dado cuenta de ello. Cuando uno es obediente y quiere vivir conforme a la verdad y los mandamientos de Dios, tiene más dificultades». Esta es la cruz del cristiano, dice el Apóstol Mayor Schneider. Pero el Espíritu Santo enseña también en esta situación: «Nos puede hacer recordar una y otra vez lo que tenemos por delante, cuál es nuestro futuro. Entonces somos pacientes bajo la cruz, sabiendo que vale la pena quedar fieles».
Paciencia en la examinación
«Hicimos todo e igual nos sobreviene un mal tras otro. Eso lo conocemos todos». En esos momentos el hombre piensa demasiado rápido que Dios lo ha abandonado. Pero «el Espíritu Santo glorifica al Señor Jesús y por la actividad del Espíritu Santo podemos experimentar la cercanía y la presencia de Jesucristo». Jesucristo no nos olvida, expresa el máximo dirigente de la Iglesia Nueva Apostólica. «Él murió para mí. Él sigue trabajando en mi alma. Y si lo podemos experimentar por la actividad del Espíritu Santo, seremos pacientes en las pruebas».
Paciencia con nuestros pares
«Las imperfecciones, las debilidades de nuestro prójimo, también son una prueba». Por el Espíritu Santo ha sido «derramado el amor de Dios en nuestro corazón», menciona el Apóstol Mayor Schneider. «El Espíritu Santo nos hace recordar: Necesitas la gracia sin falta. Para tener perdón, también debes perdonar. Esto parece absolutamente imposible, pero por la actividad del Espíritu Santo –cuando se desarrolla en nosotros el amor– somos capaces de hacerlo».
Paciencia con nosotros mismos
«Ah, otra vez no lo logré. Me propuse tantas cosas buenas». En términos del apoyo brindado por el Espíritu Santo, el Director de la Iglesia señaló: «El amado Dios ha comenzado algo en ti que quiere terminar. Y con su ayuda lo puedes lograr, ¡prueba otra vez! También aquí es una maravillosa ayuda, perseverar con paciencia a pesar de nuestras propias imperfecciones».
Alegría en la prueba
«Somos personas completamente normales. No nos alegramos por ser probados. No nos alegramos por tener dolores». Pero igual dice en la epístola a Santiago, que el cristiano también debe sentir gozo en las pruebas, dice el Apóstol Mayor Schneider. «¿Qué gozo es ese? Nos podemos alegrar porque somos representantes del Señor. Él nos envía a este mundo, donde reina el mal, donde los hombres son débiles, donde nosotros somos débiles». Los cristianos son enviados por su Señor para representarlo. El poder ser sus discípulos demuestra la gran confianza que deposita Dios en el hombre y es la base para una alegría persistente.