Nunca están callados y, sin embargo, trabajan en segundo plano: los traductores e intérpretes mantienen unida lingüísticamente a la Iglesia internacional. Uno de ellos acaba de retirarse. Un homenaje en el «Día Internacional de la Lengua Materna».
Nació y creció en Francia, pero el francés no es su lengua materna. Oraba en alemán, pero esta tampoco es su lengua materna. «Mi lengua materna es el alsaciano», dice Jacky Mappus, clase 1953. Y lo dice en doble sentido: «Así sigo hablando hoy con mi madre».
El Primer Pastor Mappus es toda una institución: para los franceses fue por décadas la voz del Apóstol Mayor. Y en las filas de los traductores e intérpretes nuevoapostólicos una roca en el oleaje, un «prócer». Una palabra un poco fuerte, pero que lo divierte. «Suena casi como un dinosaurio», bromea, «pero tan viejo no soy».
Al comienzo un dialecto
Nacido en Woerth an der Sauer, desde la cuna todo lo alsaciano le imprimió su sello. El dialecto del bajo alemán estaba tan ampliamente difundido que en aquella época era una condición imprescindible para conseguir un empleo como maestra jardinera. Recién en el preescolar los niños entraban en contacto con la lengua oficial, el francés.
Después de la escuela primaria, el alemán era parte del programa como lengua extranjera. Mas para un alsaciano nuevoapostólico ya estaba profundamente arraigado en su oído. Pues hasta los años 70 el alemán era la lengua de los Servicios Divinos. Esto recién cambió con el Apóstol de Distrito Robert Higelin. Y Jacky Mappus iba a tener una participación importante.
Pero primero el joven tenía que ir a estudiar –a partir de 1972 en Estrasburgo el idioma alemán, que le fascinaba desde comienzos de la escuela secundaria– y aprender una profesión –más precisamente a partir de 1976 como maestro de alemán, lo cual lo llevó a París. En 1988 empezó su actividad al servicio de la Iglesia. De los seis años de prueba que se habían planeado, resultaron tres décadas.
Entre «palabras compuestas» y «Ciudadela»
¿Qué fascina tanto a Jacky Mappus en el alemán? «La posibilidad de formar palabras nuevas», exclama entusiasmado sobre las palabras compuestas: se juntan dos palabras que encajan bien y ya surge un nuevo vocablo. «En esto el francés es más engorroso». Pero por otro lado, este idioma ofrece más libertad en la posición de las palabras y la construcción de las frases.
Un momento, ¿no se le atribuye esto del alemán como la lengua de los poetas y pensadores? «Así como lo usais, tal vez», se ríe. «Pero no con Goethe», dice este hombre al que le gusta bromear más de una vez con colegas que trabajan con las palabras, aludiendo a la frase: «¡Qué hacéis otra vez con la lengua de Goethe!». Pero aunque le gusta decir ese mensaje, su libro preferido no proviene del poeta laureado alemán, sino de un poeta francés: «Ciudadela» de Saint-Exupéry.
La reinvención de una lengua de la Iglesia
El logro de Jacky Mappus en toda su vida: ser partícipe en la invención de un francés nuevoapostólico ¡y por duplicado! Por un lado, bajo la dirección del Apóstol de Distrito Higelin, cuando había que sustituir la supremacía del alemán en el Servicio Divino. Y por el otro, cuando con el trabajo en el Catecismo hubo que escalar en el lenguaje del nivel más abstracto de la teología.
Entonces las palabras compuestas alemanas lo llevaron hasta la desesperación. Como por ejemplo la «función de Pedro», que en alemán es una sola palabra que hace referencia a la tarea de conducción del Apóstol Mayor, fue un hueso duro de roer. Necesitó unos buenos momentos de escuchar su voz interior hasta llegar a la solución: «le ministère pétrinien».
Seguir desarrollando los idiomas
El traductor encuentra «satisfactorio» el resultado de su trabajo. Esto en él suena en la misma medida con autoconvicción en lo profesional como con humildad en lo humano. Pero, «este es el lenguaje de Jacky Mappus. Y no puede quedar así», dice. «Ahora tiene que venir otro, pues la lengua se debe seguir desarrollando».
Seguirse desarrollando en lo lingüístico, eso quiere hacer el amante de las lenguas en su retiro. Su inglés toleraría ser mejorado un poco, le parece. Aparte de eso, se alegra por poder disfrutar mucho tiempo con su familia, por un buen trago de Borgoña y por una porción de carne jugosa sobre el plato. Y esto no puede ser lo suficientemente inglés para él.
Lástima que este juego de palabras no funciona igual en los distintos idiomas. Pues esta medida del «punto justo» que para él es «jugoso» se llama en inglés «rare» y en francés «bleu». Lo principal es que le guste…