En foco 05/2018: Para que la separación no enturbie la fidelidad
Distanciamiento, perdurabilidad, comunión: estos son algunos de los factores que pueden influenciar sobre la fidelidad a Cristo. ¿Cómo se puede preservar el amor con el paso del tiempo? Reflexiones del Apóstol de Distrito Michael Deppner (RD Congo Oeste).
Se dice que el amor crece con la distancia. Esto procura describir el efecto positivo que puede ejercer la distancia sobre la relación amorosa de dos personas. A veces también se lo afirma para mitigar el dolor de la separación. Pero también hay un refrán que dice justamente lo contrario: ojos que no ven, corazón que no siente. Una relación superficial muchas veces no sobrevive a una separación.
La distancia es para el amor como el viento para el fuego: apaga a los fuegos pequeños y hace que los fuegos grandes sean mucho más grandes.
Cuando estamos juntos en la casa de Dios o cuando decimos un voto delante del altar, la intensidad de nuestro amor es muy grande. Pero cuando después volvemos a la vida cotidiana y nos vemos confrontados con problemas, la comunidad está muy distante y falta el apoyo del hermano y la hermana, las cosas se ponen más difíciles. Aquí nuestra fidelidad es puesta a prueba.
En el pasado había informes de que, por ejemplo, se bautizaba y sellaba a todo un pueblo después de haber conocido la doctrina de los Apóstoles. Un poco más adelante venía otro y proclamaba otra doctrina y todo el pueblo lo seguía. En cambio, José en Egipto quedó fiel a Dios aunque su familia y sus amigos estaban muy distanciados de Él y los rodeaba otra cultura.
El tiempo repercute en la fidelidad. Una joven pareja quizás todavía esté dispuesta a cruzar juntos el océano a nado y escalar la montaña más alta. Sin embargo, con el tiempo uno mira más exactamente aun un pequeño charco o una diminuta colina. Es hermoso cuando nuestra fidelidad se levanta sobre el fundamento del amor, un amor en crecimiento, un amor que perdura más allá del tiempo, la distancia y las pruebas. Pues el amor se manifiesta a través de la fidelidad. El Evangelio nos indica que no alcanza con anunciar nuestra fidelidad sólo con palabras, sino con obras, e incluso con nuestros pensamientos, pues todo comienza en el corazón.
Cuando dos niños se pelean, los padres tratan de intervenir: «Decid que os da pena. Daos la mano. ¿Habéis perdonado?». La respuesta es, por lo general, un muy sincero «¡sí!». Horas más tarde, o a veces ya minutos después, todo empieza de nuevo del principio. El problema es más profundo. Incluso cuando de estrecha superficialmente la mano para el perdón, el corazón puede ir en otra dirección.
El salmo 101 se le asigna a David. Es el juramento de un rey en su coronación. Anuncia que se quiere rodear de los fieles de la tierra. En nuestra aspiración por ser fieles a Cristo es imprescindible que también nosotros nos rodeemos de los fieles que en tiempos difíciles nos sirven de ejemplo. En la comunidad también alentémonos unos a otros a permanecer fieles y oremos unos por otros. Busquemos estar cerca de nuestro fiel Dios, de Cristo nuestro Redentor y Novio de nuestra alma. No nos distanciemos del Señor, sino que estemos muy cerca de Él.
Foto: ENA DR Congo