¿Cuál es su profesión? Una pregunta que se formula muchas veces. Lo que se consulta con ella es la competencia y la experiencia que alguien tiene. ¿Qué sucede en realidad con la fe, no se necesita en ella también una cierta idoneidad para ser percibido como cristiano?
Se llega a ser cristiano por el Bautismo. Esta es la condición básica. Así dice la Iglesia. Pero esto no es todo, ¡la fe y las obras forman parte de la vida cristiana! El ser cristiano tiene que ser vivido, ensayado y entendido. Se necesita para ello una doctrina y un ejercicio constante, eventualmente de toda la vida. Y una y otra vez el cristiano tiene que acordarse de que no alcanzan sólo las palabras devotas o la asistencia perfecta a los Servicios Divinos o el cumplimiento de los mandamientos divinos al pie de la letra. Un buen cristiano es siempre cristiano, cada día y con el corazón.
Motivo suficiente como para predicar sobre ello en los Servicios Divinos de la Iglesia Nueva Apostólica. En el mes de agosto estos están bajo el lema “Vivir la fe”. Su propósito es claro: la fe no tiene que ser una cuestión teórica, sino que se la debe vivir a diario en palabras y obras.
La fe lleva a tomar decisiones
Primer ejemplo: El informe sobre la curación de un paralítico en el estanque de Betesda, una de las historias del Nuevo Testamento sobre los milagros. Por 38 años alguien está sentado en la orilla del estanque esperando ayuda, ¡pero sin recibirla! Entonces imaginémonos: “Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?”, dice lapidariamente en Juan 5:6. Vio a ese hombre desilusionado, desesperanzado y frustrado, y obró.
Esta historia conduce muy rápido hasta nosotros mismos como cristianos. También hoy hay signos de desilusión, desesperanza y cansancio en nuestra cristiandad. Muchas cosas se han arraigado, se han convertido en costumbre, aparentemente ya no hay crecimiento en la fe. ¿Cuándo fue la última vez que nos alegramos realmente en Dios? ¿Y de qué depende esto? Naturalmente, siempre en el otro: la calidad de la prédica no es la correcta, los siervos no trabajan de la forma correcta, algunos miembros de la comunidad se vuelven molestos y otras cosas más. Sin embargo, no nos tenemos que resignar con estas apariciones espirituales de parálisis, es hora de actuar. El Señor quiere y puede sanar, así como en su momento le ayudó al enfermo, ¡después de 38 años!
La fe produce confianza en Dios
Segundo ejemplo: Sin fe en Jesucristo no hay justificación ante Dios. Justificados por la fe significa que a través de nuestras buenas obras no nos volvemos del agrado de Dios y no podemos salir airosos delante de Él, sino a través de la confianza que tenemos en Él. Esa fe encuentra su expresión práctica en el seguimiento a Cristo. El cristiano creyente está dispuesto a padecer con Jesucristo, a cumplir la voluntad de Dios, a amar al prójimo. La confianza en Dios y en sus promesas prescinde de argumentaciones, pruebas y garantías.
La fe se manifiesta
Tercer ejemplo: La fe necesita tener un público, no es un evento privado. La confesión pública es inevitable. El que cree, no se calla, sino que quiere manifestarlo a otros. Los cristianos obran, su fe los impulsa a la acción, a las obras de amor al prójimo. Una fe seria siempre es visible para los demás.
La fe se cumple
Cuarto ejemplo: Sentirse sustentado por Dios en la vida diaria, precisamente también en situaciones difíciles, hace a la buena fe. Confiamos en Dios, andamos en sus caminos, somos fieles a Él y nos atenemos en la doctrina del Evangelio. La fe y la confianza cosechan, finalmente, la recompensa: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (Hebreos 10:35).
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