Cambiar cinco veces de enfoque y aprender
La migración por el desierto quedó un par de miles de años atrás y hoy todavía hay contemporáneos que cuando pasan por momentos difíciles se ponen malhumorados e impacientes. Cinco fortalezas con las que se hace más fácil el avanzar.
En su viaje a la República Democrática del Congo, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider celebró uno de sus Servicios Divinos en el estadio de Tembo. Más de 9000 participantes oyeron allí, en el área de actividad del Apóstol de Distrito Michael Deppner, el jueves 26 de julio de 2018 una prédica sobre Éxodo 15:13: «Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada».
Al comienzo de su prédica, el Apóstol Mayor echó una mirada retrospectiva a la historia: Dios libró al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Sin embargo, Dios no lo llevó del cautiverio directamente a la tierra prometida, sino que primero estuvieron muchos años atravesando el desierto. Durante ese viaje, el pueblo de Israel aprendió a ser fuerte en cinco cualidades:
- Reconocimiento y satisfacción: En el desierto, el pueblo de Israel dependía del agua y el pan que Dios le daba. Nadie se podía elaborar algo por su cuenta. «Así, su primer aprendizaje fue reconocer la gracia de Dios y contentarse con ella», estableció el Apóstol Mayor Schneider.
- Obediencia: Dios llevó al pueblo por el desierto. De día, la columna de nube les marcaba el ritmo y la dirección a seguir, de noche, la columna de fuego. Ni siquiera les fue posible tomarse fases de descanso y de marcha. «Tuvieron que aprender a obedecer. Debían andar exactamente así como Dios se lo mostraba y cuándo Dios se lo mostraba».
- Fidelidad: Moisés estuvo mucho tiempo alejado del pueblo cuando subió al monte para recibir los mandamientos. El pueblo se creó un dios sustituto: el becerro de oro. Naturalmente, Dios no lo quería. Y Dios los castigó duramente para mostrarles: «Si no me quedas fiel, te castigo».
- Aceptación: Dios también les enseñó a seguir a un servidor. Pero el pueblo se rebeló contra Moisés. «‘¡No siempre tiene que ser él el que habla! Nosotros también queremos hablar’. Dios los aniquiló. La tierra se abrió y los devoró; nunca más fueron encontrados».
- Luchar: Dios también les explicó que había hecho una parte del trabajo y que ahora las personas debían hacer la otra parte. Cuando los enemigos se aproximaban, el pueblo debía luchar: «Y a veces los hombres tenían mucho miedo», explicó el dirigente de la Iglesia en relación a la historia de Josué y Caleb. «Decían: ‘No es posible, no los podemos vencer, son demasiado fuertes’. Y Dios les dijo: ‘¡No! Yo no lo haré, es tarea vuestra. Luchad, yo estaré con vosotros y juntos los venceremos!'».
¿Y hoy? «¿Qué acontece en el Nuevo Testamento? Dios vino para salvar a los hombres a través de Jesucristo. Desde la caída en el pecado de Adán y Eva, los hombres ya no pudieron acercarse a Dios, estaban bajo el dominio del diablo». Jesucristo, por su sacrificio, liberó de la servidumbre del pecado. ¡Jesucristo es el Salvador! «Y ahora Dios nos dice: ‘Sí, pero no puedes entrar de inmediato al reino de Dios, ¡antes te tengo que enseñar!’. Y ahora comienza nuestro camino a la salvación, nuestro camino de la fe. ¿Y qué debemos aprender en este camino?».
- Reconocimiento y satisfacción: Las personas no pueden leer simplemente sólo la Biblia y pensar que están salvos. «Necesitamos absolutamente a Dios, el que nos da su palabra, y a Dios, el que nos da la Santa Cena». Y hoy también hay insatisfacción con el ofrecimiento: «¿No se necesitan más bailes, más milagros, más cosas divertidas?». Es como cuando a los judíos ya no les interesaba el maná. «El que reconoce el verdadero milagro de la Santa Cena, ya no necesita en el Servicio Divino grandes emociones ni cosas espectaculares».
- Obediencia: Para poder entrar en el reino de Dios, los creyentes tienen que seguir el camino que Dios trazó: «Debemos seguir las huellas de Jesús y hacer lo que Él hizo». Y no alcanza con hacer buenas obras. La actitud y el obrar son importantes en la misma medida. «El Señor dijo: ‘No puedes amar más a Dios que a tu hermano. Yo mido el amor que tienes para con Dios en el amor que tienes para con tu hermano'».
- Fidelidad: El que tiene el sentimiento de que Dios ya no está con él, puede volverse infiel a Él muy rápidamente. Cuando Dios no ayuda, muchas veces se le pide a otro. «Quedemos fieles a Cristo. Asimismo cuando Dios a veces no responde a nuestras oraciones, cuando nos hace esperar, quedemos fieles a Él. Entonces no nos dirigimos al diablo».
- Aceptación: Jesús dio el apostolado para que sea celebrada la Santa Cena, para que sea dispensado el Espíritu, para que los creyentes sean preparados para el retorno del Señor. Se podría levantar la pregunta: ‘¿Por qué estos Apóstoles? No son mejores que los demás`. Lo importante no es el hombre, sino la misión que recibió de Jesucristo. Y mientras un Apóstol obra conforme a esta misión y se santifica para dispensar la Santa Cena y los Sacramentos, Jesús obra a través de él pese a las debilidades del hombre».
- Luchar: Jesús nos libró de la opresión del pecado. Los creyentes también tienen que poner su parte y luchar contra el pecado. Reconciliar, perdonar, resistir a la tentación, son tareas de los seguidores de Jesús. «Con la ayuda de Jesús ganarás. Pero no te rindas, no te dejes vencer. El que lucha contra el mal hasta el fin, logrará la victoria con Jesucristo».