No todo héroe de la fe muere en sacrificio
Esteban llegó hasta el amargo final. ¿En quién el límite del dolor llega tan lejos? Tampoco hay que hacerlo: pues no es tanto la muerte la que convierte hoy al mártir en ejemplo, sino su vida. Indicaciones de la vida cotidiana para la vida cotidiana.
Comer es importante, pero no tanto como para que se pueda olvidar la palabra de Dios. Este no es un reconocimiento de una comunidad del siglo XXI a la que le gusta festejar, y que organiza el refrigerio del próximo domingo, sino el motivo de una pelea fundada de hace 2000 años: en la comunidad de Jerusalén las viudas griegas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos y, aparentemente, no era por casualidad. Al principio sólo era una leve murmuración, luego un enojo irrebatible.
El problema parecía resuelto muy rápidamente. Los doce Apóstoles organizaron un servicio en las mesas y nombraron a siete colaboradores para que se encargasen de los pobres: Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas, Nicolás y Esteban. La Biblia no informa si después funcionó bien la distribución de las comidas. Lo que sí informa es que Felipe y Esteban salieron del contexto social y caritativo y se presentaron como predicadores de la palabra con grandes conocimientos bíblicos.
«Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo» (Hechos 6:8). Palabras elogiosas para un hombre al que los cristianos pueden imitar.
Esteban estaba lleno de gracia. El Evangelio de Jesucristo es el mensaje de gracia, misericordia y amor de Dios al hombre. En esta gracia (del griego: charis), es decir una gentileza, un favor que no espera reciprocidad, vivía Esteban. También los cristianos del siglo XXI son convocados a estar llenos de gracia. El testimonio debe estar libre de amenazas, quejas, juicios y reproches. «Amadlos», dijo Jesús.
Esteban estaba lleno de poder. Nada se informa sobre la musculatura de piernas y brazos del Diácono, pero sí sobre su gran e inmanente poder y autoridad (del griego: dynamis). A partir del Espíritu Santo, a partir de su envío daba testimonio de Dios. ¿Qué capacidades y autoridades utilizan hoy los cristianos? ¿Siempre están impulsados por la convicción de su filiación divina?
Esteban hizo grandes prodigios. No eran trucos como los que usan los jugadores de cartas ni trucos de magia, los que había Esteban y con los que llamaba la atención. Como es algo tan excepcional, un prodigio (del griego: teras, terata) llama la atención, queda grabado profundamente en la memoria. El Diácono hacía que los demás se admiraran de él; con su discurso, con su fe, con sus conocimientos de la Biblia. Y se debatía con él. ¿No llaman la atención hoy los cristianos en un entorno que a veces no es cristiano? ¿Hablan los cristianos sobre su fe? ¿O juegan al camaléon, hundiéndose en la masa para que nadie ya se dé cuenta de lo que los distingue de los demás?
Esteban hizo grandes señales. Hacer señales con un propósito espiritual (del griego: semeion) hace referencia a algo más grande que al acto en sí. La señal confirma la vinculación directa del que actúa con Dios. ¿Cuáles son las grandes señales en el sentir del Evangelio? El hombre se niega a sí mismo, en lugar de sobresalir hace referencia a Dios. El hombre está más allá de los errores y pecados de su prójimo, perdona, se reconcilia, ama. Así deja señales en un tiempo en el que cada uno se mira a sí mismo y mira a lo que tiene. Un incentivo para que los cristianos hagan lo mismo.
Esteban estaba entre el pueblo. Se oraba solo y en silencio, se predicaba entre el pueblo. Los hombres estaban en el foco del amor de Dios, del Evangelio. El que seguía a Jesús, estaba enfocado en el hombre, con todo el amor.
En una batalla verbal con los miembros de la sinagoga helénico-judía, Esteban pudo adquirir predominio con sus argumentos, pero su poder de convicción no fue bien recibido por la otra parte. Sus adversarios lo arrastraron hasta el concilio, el Sanedrín, y lo acusaron de hablar palabras blasfemas contra Moisés, el templo y la ley. Falsos testigos hicieron de las suyas.
Este hombre de fe, hoy todavía conocido como Diácono, se defendió con su «discurso de Esteban» (Hechos 7). Mientras aún estaba presentando sus argumentos, crujían los dientes, como informa Lucas, y entonces lo echaron fuera de la ciudad. Si fue un proceso ordinario o un linchamiento, la historia escrita deja dudas de que fuera escuchado imparcialmente por el concilio. Al final las piedras volaron y dieron en el blanco causando su muerte. Una mirada a los cielos, a Dios y Jesús, después las últimas palabras: «Señor Jesús, recibe mi espíritu. Señor, no les tomes en cuenta este pecado».
Uno no tiene que querer morir como mártir para encontrar un ejemplo en Esteban: él estaba inspirado plenamente por el seguimiento. No era como un director de un proyecto que alguna vez por unas semanas se ocupaba del Evangelio y después volvía a desaparecer de la escena. Él colocó todo bajo su fe, también su vida. ¿Hasta dónde los cristianos acompañan hoy en este camino?
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