«Mis amigos, mi familia, mi comunidad me enriquecen»
Aunque está atado a su silla de ruedas de por vida, Christoph Baumgärtner está radiante de alegría y gratitud. Comparte con nosotros un poco de su vida cotidiana.
Un bungaló espacioso en una zona residencial muy tranquila en las afueras de la ciudad de Lübeck (Alemania). Christoph Baumgärtner nos muestra su reino: un escritorio con una computadora portátil, un teclado electrónico, dos armarios, una cama. Una habitación como muchas otras, si el aparato con el que está equipada la cama no atrajese toda la atención. Se trata de un dispositivo para levantar. A los 38 años, nuestro hermano necesita ayuda para salir de la silla de ruedas.
Gratitud hacia los padres
«En el nacimiento de Christoph hubo complicaciones», cuenta el Pastor Klaus Gatzke, su tío. «El recién nacido no gritó de inmediato y no había un respirador en las inmediaciones». Bärbel, su hermana y la madre de Christoph, falleció de cáncer hace unos pocos años. El padre de Christoph, Kurt Baumgärtner –Pastor y dirigente de la comunidad Bad Schwartau–, murió en 1995 por un infarto de miocardio.
Cognitivamente el niño se desarrolló como todos los demás niños, pero, a diferencia de ellos, Christoph nunca pudo caminar. «Mis padres siempre me dieron la ayuda que necesitaba». Gracias ellos pude terminar mi formación escolar.
En la calle y en la Iglesia
Con tres años, Christoph comenzó a tomar clases de piano. En los Servicios Divinos para personas discapacitadas que tienen lugar en la comunidad de Harsefeld, Christoph generalmente se encarga del acompañamiento musical en un piano electrónico. En Lübeck y las comunidades circundantes, más de un siervo oficiante utiliza la memoria de Christoph en lugar de usar una concordancia de himnos en el momento de preparar los cantos para el Servicio Divino.
En muchos aspectos, no puede determinar por sí mismo el curso de su vida cotidiana ya que debe cumplir plazos precisos. En su tiempo libre Christoph prefiere ir a la ciudad o encontrarse con conocidos. Son todas libertades que se toma por iniciativa propia. En el verano, Christoph incluso va con un asistente a la isla de Sylt. «Allí me llevo al hotel mi teclado, toco música en la calle y mejoro un poco mi dinero de bolsillo», dice Christoph.
Nunca sin Dios y sin fe
Entre sus rituales semanales fijos se encuentran los viajes a los Servicios Divinos el miércoles por la noche y el domingo por la mañana. El viaje lo hace con transporte público o bien reserva por adelantado el servicio de un transporte. «Me encanta la comunión que tenemos en la Iglesia», dice Christoph. «No puedo imaginarme viviendo sin Dios y sin fe».
Christoph se siente muy a gusto en la comunidad. «Me aceptan como soy. No, no creo que los hermanos teman contactarse conmigo». La irradiación positiva de Christoph contagia. Sn embargo, no ignora el hecho de que también experimenta fases de cansancio y desaliento. «Pero entonces siento el deseo de volver a la Iglesia, en la comunidad uno está mucho mejor».
Actitud abierta en lugar de compasión
¿Alguna vez estuvo descontento con Dios por su condición? «No, nunca», responde Christoph. «También cuando murieron mis padres primero me sentí muy angustiado, pero descontento con Dios no estuve». En su situación de vida, que nadie le envidia, Christoph conserva su comprensión y sensibilidad. «Pasé tres años en un centro infantil, donde conocí a niños con discapacidades muy severas y su suerte me conmovió profundamente. Estaban en situaciones mucho peores que la mía».
Cuando se le pregunta cómo reaccionan las personas hacia él, Christoph responde de manera muy positiva. «Muchos están dispuestos a ayudar». Se alegra especialmente cuando las personas se dirigen a él con sinceridad y alegría. No quiere que le muestren pena. «Un día, una señora subió al ómnibus, me miró y dijo tan fuerte que lo pude escuchar: ¡Ah, pobrecito!».¿Cómo reaccionó entonces? «Yo solo sonreí. No me siento pobre. La gran familia que me rodea, la comunidad, los conocidos y los amigos que tengo, esto me enriquece».