La elección correcta: Dios tiene la prioridad
«Que Dios me ayude», una expresión muy usada, a veces también en tono alto, en tiempos de decisiones. Sobre esos tiempos y para qué son buenos, predicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en el Servicio Divino en Lusaka (Zambia).
La conocida petición del Padre Nuestro: «Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (Mateo 6:13) estuvo en el centro de la prédica del 21 de junio de 2019. Aborda la petición de que Dios conduzca y ayude hoy a la comunidad, explicó el máximo dirigente de la Iglesia. Al fin y al cabo, en aquel tiempo los discípulos del Señor habían podido observar cómo el Señor en algunas oportunidades se había retirado para orar en secreto. Y notaron que de cada una de esas oraciones volvía a presentarse fortalecido. Sacaron como conclusión que las oraciones de su Señor eran muy especiales y le rogaron: «Señor, enséñanos a orar». Entonces Él oró con ellos el Padre Nuestro.
Las tentaciones llevan a tomar decisiones
Un enunciado de la oración del Padre Nuestro dice: «Y no nos metas en tentación». Esto primero suena extraño, admitió el Apóstol Mayor. «¿Nos pone Dios algo así como una trampa en la que debemos caer?». Su respuesta: «No, en absoluto. ¡Dios no quiere que caigamos en el pecado, sino que lo venzamos!». Nuestro deber es decidirnos por propia voluntad en contra del pecado. Esto requiere lucha, pero sin lucha no hay victoria. «O sea que tenemos que pasar por tentaciones para poder vencer. Nos tenemos que decidir por Dios y renunciar al mal. Por eso oramos esta frase». Detrás está el deseo de que Dios nos deje tomar una decisión clara, por Él y en contra del pecado. Para eso le pedimos por su ayuda, su asistencia, su fuerza: «Señor, ayúdanos a tomar una buena decisión y vencer el pecado».
Cuando Jesús estaba en el desierto…
Una gran parte de la prédica fue usada por el Apóstol Mayor para explicar a la comunidad el tentación del Señor en el desierto. Jesús mismo también fue tentado, Él también, como verdadero hombre, tuvo que resistir al pecado. Él también, como hombre, tuvo que decidirse por Dios al enfrentarse al mal.
La escena de la tentación en el desierto comprende varias partes. Primero fue la lucha contra el hambre, manifestó el Apóstol Mayor. Por 40 días y 40 noches Jesús no había comido nada, informa la Escritura. Por eso, la primera tentación fue: «Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan» (Lucas 4:3). Esto puso en duda su filiación divina, predicó el Director de la Iglesia. A veces hoy nos pasa algo similar: Los tiempos difíciles nos pueden llevar a poner en duda el amor de Dios. «Entonces pidamos a Dios que nos ayude a vencer la duda y a confiar en Él».
La salvación tiene prioridad
Tentación dos: Jesús vio las riquezas del mundo. El maligno se las quiso regalar si se le sometía (Lucas 4:6-7). Pero Jesús lo rechazó. También nosotros, dijo el Apóstol Mayor, a veces vemos el éxito de los impíos. Entonces podríamos ser tentados a valernos del pecado al igual que ellos, para cumplir nuestras necesidades y deseos. «Pero nosotros preferimos pedir la ayuda de Dios para vencer el pecado».
«Seguimos a Cristo porque queremos entrar en el reino de Dios. Es Dios el que tiene la prioridad», dejó claro el Apóstol Mayor en su prédica. Naturalmente, el hombre puede pedir por el pan de cada día y ocuparse de su existencia material. «Pero esto no tiene la mayor prioridad en nuestras oraciones». Pues, «no estamos aquí para volvernos ricos, sino para servir al Señor y a nuestro prójimo». Y además, «pidamos a Dios que nos ayude a hacer la elección correcta. ¡Nuestra prioridad es la salvación de nuestra alma!»,
A veces nos olvidamos de que fuimos escogidos para una tarea determinada: «Dios te llamó para servirlo aquí en la tierra y en el venidero reino de paz. Fuimos escogidos para servir a su Iglesia y a nuestro prójimo».
Hágase su voluntad, no la nuestra
Tentación tres: Finalmente, el diablo propuso a Jesús que se echase desde el pináculo del templo para que los ángeles lo sostuviesen en sus manos, como dice en la Escritura (Lucas 4:9 y 11). Una vez más Jesús se negó a tentar a Dios. Sabía que ese no era el camino para ganar a los hombres para Dios. No quería imponer a Dios su voluntad obligándolo a intervenir.
«No intentemos imponer nuestra voluntad a Dios», fue en esa parte la divisa de la prédica del Apóstol Mayor. «Naturalmente, la Biblia nos dice que Dios bendice a aquellos que le obedecen y que oye las oraciones de los justos. ¡Pero nuestras oraciones y nuestra obediencia no obligan a Dios a hacer lo que nosotros queremos!». En su lugar, deberíamos pedir a Dios por fuerzas para vencer nuestra propia voluntad, así como hizo el Señor: «… pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).