Jesús nos hace libres – pero ¿qué sucede cuando las personas ni siquiera se dan cuenta de que no son libres? En los pensamientos por ejemplo, o al prejuzgar. Reflexiones del Apóstol de Distrito John Kriel, África del Sur.
Como Apóstol, serví a miembros en prisión y vi lo que significa tener restringida nuestra libertad. Eran aquellos que se los había encontrado culpables de uno u otro crimen. Importaba poco cualquier otra cosa que hubieran hecho en su vida, pues se los juzga por siempre en función de los hechos por los que fueron inculpados, y pagan el precio de ello.
Jesús vino a hacernos libres, pero no era una libertad natural. No, esta libertad que Jesús ofreció era algo más grande. Era una libertad que incluso podrían experimentar los oprimidos más duramente. En este contexto recordamos a la mujer adúltera. Él la liberó y le dio el consejo sobre cómo permanecer libre: Ve y no peques más.
Como nos ha iluminado la palabra de año nuevo: “El Señor no nos impone su libertad. Solo libera a quienes así lo desean”. En el tiempo de Jesús, muchos no aceptaron la libertad que Él ofrecía por creer que no la necesitaban. Esto provocó los pensamientos: ¿estamos a veces atados sin darnos cuenta? ¿Creemos que somos libres solo para ser despertados bruscamente a una nueva conciencia a través del impulso del Espíritu Santo?
Hace casi 50 años, uno de mis hermanos mayores fue asesinado. Fue un momento muy, pero muy triste en mi vida. Durante un largo período de tiempo, albergué pensamientos de venganza hacia esta persona. Con el tiempo, mi ira disminuyó; sentí que había aceptado lo sucedido y había perdonado al hombre que llevó a cabo este horrible acto.
Como mencioné, conducía Servicios Divinos en cárceles y durante uno de estos oficios tuve la tarea de otorgar el Santo Sellamiento a 3 hombres que habían expresado el deseo de convertirse en nuevoapostólicos. Me habían informado previamente que la razón por la que ellos estaban encarcelados era que los tres habían asesinado a una o más personas.
En el momento que los 3 hombres estaban de pie frente al altar, me vino el pensamiento: Si te dijeran que uno de ellos es la persona que asesinó a tu hermano, ¿le otorgarías el Espíritu Santo de todas formas? Me enfrenté a la comprensión: Yo había pensado que había perdonado, ¿pero era así realmente? ¿Estaba verdaderamente libre de pensamientos de venganza? En ese momento, le supliqué sinceramente al Señor que me hiciera libre por completo.
Afortunadamente, pude decir con honestidad en mi corazón que aunque uno de esos hombres fuese el asesino de mi hermano, lo sellaría con el Espíritu Santo. En ese momento supe que: Cristo podía hacerlo libre, tal como lo había hecho conmigo.
Hemos sido liberados del pecado por el Hijo de Dios, quien dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
Foto: NAC Southern Africa