Supongamos que un Pastor demuestra ser indigno y pierde su ministerio: ¿Siguen siendo válidos, entonces, los Bautismos que realizó? La cuestión de la eficacia de los Sacramentos tiene respuestas muy diferentes.
“Ex opere operator” es un lema de la Iglesia Católica. Según el mismo, el Sacramento es efectivo “en virtud del acto realizado”. Si el que lo dispensa está debidamente autorizado, en el momento de la ejecución no se necesita más que la intención de poner en práctica lo que la Iglesia reconoce como la voluntad de Dios.
Este punto de vista surgió a fines de la Edad Media y fue una de las pocas innovaciones desde que el Padre de la Iglesia Agustín había dejado establecida la doctrina de los Sacramentos medio milenio antes. Sin embargo, no fue hasta 1547 que el enunciado se convirtió en una doctrina altamente oficial en una disputa con los reformadores.
Contra el automatismo
“Sola fide” fue el grito de batalla con el que Martín Lutero y sus compañeros contrarrestaron la fórmula católica. Vivieron en tiempos en los que los actos de gracia de la Iglesia podían comprarse mediante el comercio de indulgencias. Y experimentaron el festejo de la Santa Cena de una manera que hizo que las palabras de consagración “hoc est corpus meuns” se convirtieran en el proverbial “hocus-pocus”.
Los reformadores tenían muchos problemas con la idea de que el acto correcto trae la salvación casi automáticamente. “No es el Sacramento, sino la fe del Sacramento lo que justifica”, se oponía Lutero a la “idea impía y perecedera”. Es la fe del que lo recibe lo que permite que el Sacramento ejerza sus efectos.
Donde depende del hombre
Hoy, medio milenio después, los teólogos saben que las ideas no estaban tan alejadas en ese momento:
También desde el punto de vista evangélico, la eficacia del Sacramento es independiente de la dignidad del transmisor. “Porque no está fundada en la santidad humana, sino en la palabra de Dios”, ya formuló Lutero.
Y también desde la perspectiva católica, el acto no puede producir los efectos adecuados sin la correspondiente actitud del receptor. “Disposición” es así como los expertos llaman a estos requisitos previos.
El que actúa es Dios
En este contexto, la Iglesia Nueva Apostólica distingue entre validez y eficacia:
- Los Sacramentos son válidos a través del acto adecuado. Esto incluye los aspectos de signo, contenido, transmisor y receptor, así como la palabra de consagración que vincula todo. La forma en que se entiende o interpreta el Sacramento no influye en su validez.
- Los Sacramentos son efectivos, pero no sin más. Al fin y al cabo, no se trata de rituales mágicos con efectos automáticos. Más bien, “la fe de la persona que recibe el Sacramento es la condición previa para que el Sacramento pueda desarrollar sus efectos de salvación”, dice el Catecismo.
Ni siquiera la falta de fe invalida el Sacramento, “pues lo que Dios hace no puede ser anulado por un receptor incrédulo”. Sin embargo, entonces carece de eficacia.
O, en resumen, con el rito correcto el Sacramento siempre se lleva a cabo, pero su eficacia la desarrolla a través de la fe.
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