Debido al coronavirus hubo “solo” 180 participantes en el Servicio Divino. Una imagen bastante inusual en la gran iglesia de Karlsruhe. Y el Apóstol Mayor encontró el tono adecuado para fortalecer y confortar a la comunidad en estos tiempos difíciles.
Ya al leer el texto bíblico de Salmos 146, el máximo dirigente internacional de la Iglesia dejó una muestra de la prédica que le siguió: “Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos”.
Cuando se menciona la palabra cautivo, se piensa involuntariamente en personas que han hecho algo malo y como castigo han sido encerradas, comenzó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider su prédica. Pero cuando el Antiguo Testamento habla de cautivos, se refiere a los cautivos de guerra. El enemigo, que había derrotado a un territorio, tomaba a personas cautivas y se las llevaba como botín. “Desde la caída en el pecado, el hombre ya no es libre, sino que está bajo el dominio del pecado. Está cautivo. Dios quiere liberarlo de este cautiverio, y lo hace a través de Jesucristo”.
Libertar a los cautivos
Jesucristo quiere libertar al hombre del poder del pecado, del dominio del mal: “Él considera a cada persona como una persona única. No hace trabajo de masas, sino trabajo de precisión”, subrayó el Apóstol Mayor. Esto no es posible sin el consentimiento y la colaboración del individuo. Hizo recordar a Pedro: “Cuando fue capturado y arrojado a la cárcel, estaba en muy mal estado. Había sido atado a dos soldados con cadenas y no había tenido oportunidad de escapar”. ¡Pero entonces vino el ángel de Dios y le dijo que se levantara, se vistiera y lo siguiera! “Pedro reaccionó bien: Creyó al ángel, se levantó, se vistió, las cadenas cayeron al suelo, las puertas se abrieron por sí mismas y Pedro salió, y de repente estaba fuera”, resumió el Apóstol Mayor la historia en pocas palabras. Dios había aflojado las cadenas, abierto las puertas, cerrado los ojos a los guardas, pero Pedro debió haber creído, haberse vestido y seguido al ángel.
Hacer que los ciegos vean
El Apóstol Mayor predicó que esta afirmación también es una imagen de la redención. Una vez Jesús reprochó a sus discípulos de ser ciegos. Cuando les habló del reino de Dios, lo malinterpretaron completamente. Los regañó por su ceguera, porque no entendían su misión. Esta ceguera todavía se puede encontrar hoy en día, incluso entre los cristianos, señaló el dirigente de la Iglesia. No se entiende bien la misión de Jesucristo: “Muchos piensan que si creen en Jesucristo, si oran y van a la Iglesia, Dios los protegerá. Y luego viene un accidente, una muerte, una injusticia y uno se sacude: ¿Por qué? Si hice todo bien”. Esto es ceguera espiritual. El significado de la fe en Jesucristo es no tener que sufrir más tribulaciones, ni angustias, ni aflicciones: “No, el obrar de Jesucristo consiste en liberarte del pecado. Él te llevará a su reino a pesar de toda tribulación, a pesar de toda la aflicción, a pesar de todo problema”.
El Apóstol Mayor Schneider también mencionó otra forma de ceguera: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). Uno no se puede evaluar a sí mismo adecuadamente. Este pensamiento se repite una y otra vez en la Biblia, también en el Apocalipsis, donde el Señor escribe a su Iglesia en Laodicea: “Porque tú dices: Yo soy rico, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un miserable, pobre y ciego” (cf. Apocalipsis 3:17). El Apóstol Mayor dijo al respecto: “Esto me hace pensar. ¿Por qué podemos estar tan ciegos? ¡Mira a Jesucristo! No te midas a ti mismo con tu prójimo, no te midas con la gente. ¡Mira a Jesucristo!”.
Muchas personas también son ciegas al sufrimiento y las necesidades de su prójimo. Cada uno solo piensa en sí mismo y no piensa en absoluto en qué desencadena con sus acciones, su comportamiento, qué consecuencias tienen para el prójimo, en el matrimonio, en la familia, en la sociedad en general. “Cuando se oye hablar de sufrimiento, se percibe como algo inquietante, como si el sufrimiento fuera contagioso. Aquí también el Espíritu Santo quiere hacernos ver. Ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones y está trabajando para que ese amor se desarrolle en nosotros”.
Levantar a los caídos
En su prédica, el Apóstol Mayor destacó muy enfáticamente: “Dios no se ha dado por vencido contigo. ¡No es demasiado tarde para nadie! Dios no ha condenado definitivamente a nadie”. El Espíritu Santo trae consuelo, da esperanza y confianza: “Nos dice a todos: ¡No te rindas, no es demasiado tarde para ti! ¡No te has perdido todo! La salvación sigue existiendo, todavía puedes encontrar la redención en Jesucristo”.
A través de su Iglesia Dios también quiere levantar a los caídos. “Jesucristo espera de nosotros que levantemos a los caídos, que nos reconfortemos y nos animemos mutuamente”, enfatizó el Director de la Iglesia. Le preocupa que después de la crisis del coronavirus “uno u otro haya caído en el trayecto”. Su preocupación es que algunos digan que nadie preguntó por ellos ni nadie los llamó. Y la comunidad respondería entonces que estaban totalmente desaparecidos. No se sabía nada de ellos. Quizás también tenían reservas sobre acercarse demasiado a ellos. “Si llamo ahora, creerán que quiero controlarlos y presionarlos para que vengan al Servicio Divino y entonces uno no se atreve a llamar”. Y así, finalmente, se llega a la discusión: “Uno dice, nadie preguntó por mí, nadie me llamó. Y el otro dice, no se contactaron, están totalmente desaparecidos y no queremos ofenderlos”. La recomendación del Apóstol Mayor: “Queridos hermanos y hermanas, ¡no dejéis que las almas se apenen! No siempre esperes a que llame el otro. Haz algo tú y pregunta cómo está el otro”.