Ser cristiano significa tener que atravesar pruebas, aflicciones y tribulaciones, enfatiza el Apóstol Mayor en su Servicio Divino. Pero el creyente no debe temer, porque el Hijo ayuda, así como el Padre lo ayudó a Él.
En el Servicio Divino del 2 de agosto de 2020 en Kempten (Alemania), el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider abordó el tema de la ayuda de Dios en tiempos difíciles. Todo aquel que sigue a Cristo está expuesto a pruebas, aflicciones y tribulaciones. Además, siempre existe el peligro de ser dispersados. Ya Jesús lo señaló en la palabra utilizada para este Servicio Divino: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32).
La profecía de Zacarías
Al comienzo de su prédica, el Apóstol Mayor indicó que Jesús se refirió en su palabra al profeta Zacarías. Con ella quiso dejar claro a los discípulos que debían tener cuidado de no ser dispersados: “Cuidado, el profeta ya ha dicho que esto se cumplirá ahora, el pastor será herido y vosotros seréis dispersados. Me dejaréis solo” (Zacarías 13:7-9).
Pero a pesar de su advertencia, los discípulos se retiraron a lo suyo. “Todo comenzó en Getsemaní. El Señor necesitaba que oraran con Él y se durmieron. Después fue arrestado y allí todos desaparecieron, todos huyeron”. Pero a pesar de que los discípulos dejaron al Señor, Él no estaba solo. Jesús explicó a sus discípulos: “El Padre está conmigo, no me deja solo”.
“¿Cómo lo hizo Dios?”. Basándose en esta pregunta, el Apóstol Mayor esbozó la ayuda que Dios le dio a Jesús. Lo hizo de tres maneras diferentes: “En Getsemaní, Dios envió un ángel a Jesús para fortalecerlo. En el camino a Gólgota los discípulos ya no estaban allí. Pero Dios se ocupó de Él. Le envió a Simón, un extraño que pasó por ese lugar y llevó la cruz por Él”. Pero lo más importante era que “Jesús no estaba solo, porque Dios estaba con Él en Espíritu”.
La obra del maligno
¿Pero qué significa esta palabra para nosotros hoy en día? Volviendo a la palabra de Zacarías, el Apóstol Mayor Schneider explicó: “Zacarías dijo que el pastor será herido, el rebaño será dispersado y eso es permitido por Dios. Dios lo permite porque quiere purificar a su pueblo. El profeta incluso dice que las dos terceras partes se perderán y la tercera será purificada”.
Esto no es un dato estadístico, sino más bien una indicación de cuán serio es el peligro para los cristianos de entonces y de ahora, manifestó el máximo dirigente de la Iglesia. Así explicó Jesús a los discípulos, dijo el Apóstol Mayor Schneider, “que no solo era un momento difícil para ellos cuando Él iba a morir”. También más adelante los que siguen a Jesucristo estarían expuestos a aflicciones.
En esos tiempos existe el peligro de que los creyentes solo piensen en su propia vida y su propio bienestar: “Uno está totalmente ocupado con las preocupaciones terrenales. Uno se retira a lo suyo, solo importa la vida terrenal. Y en ese momento uno no necesita tanto al Salvador. La salvación sigue siendo importante, pero por el momento no tengo tiempo para dedicarme a ella. Lo importante ahora es la salud y el trabajo”.
En una situación así, expresó el Apóstol Mayor, algunas personas descubren que pueden arreglárselas sin Dios, por lo que se alejan de Él y ya no observan sus mandamientos: “Cuando uno se ha replegado a lo suyo, pensando solamente en la vida terrenal, se da cuenta de que es posible prescindir de Dios y también de que no debe tomar tan en serio los mandamientos”.
Asimismo, existe el peligro de que por obra del mal uno también se retire de la comunión: “Sobre todo en tiempos difíciles, en los que nos retiramos a lo nuestro, que nos distanciamos de Dios, nos distanciamos de la comunidad”.
La ayuda del Señor
Sin embargo, para esas situaciones el Señor dio un consuelo, dijo el Apóstol Mayor Schneider. “Jesús dijo: ‘He vencido al mundo, ¡puedo ayudaros! Llamadme si queréis seguir siendo fieles. Os daré las fuerzas para hacerlo. Puedo ayudaros a luchar contra ese peligro’”.
Como dijo el Director de la Iglesia, “el Padre nos ayuda como ayudó al Hijo”. Lo hace de tres maneras diferentes:
- a través de los portadores de ministerio: “Nos envía sus ángeles, sus siervos, sus mensajeros, que nos fortalecen con la palabra y el Sacramento”.
- a través de sus ayudantes: “Cuando las cosas se ponen demasiado difíciles, nos da una ayuda muy concreta en la vida diaria; todos ya lo hemos experimentado”.
- a través del Espíritu Santo: “Él nos ha dado su Espíritu, que siempre está presente en nosotros. Dios está con nosotros a través del Espíritu Santo, el cual nos fortalece”.
El Espíritu Santo hace más fuerte el amor por Jesucristo, confirmó el Apóstol Mayor. Sobre todo, ayuda a permanecer en la comunión del Señor:
- recordándonos que fue “Jesús quien nos llamó. Y nos reunimos porque amamos a Jesús. Nuestra comunión se basa en nuestro llamamiento a través de Jesucristo y nuestro amor a Él”.
- exhortándonos a perdonarnos unos a otros una y otra vez: “Dios nos enseñó cómo se perdona. Un elemento muy importante de la comunión: Sin el perdón mutuo, la comunión no funciona en absoluto”.
- llamándonos a su servicio: “Jesús nos ayuda y dice: ‘Os he convocado para trabajar juntos. No podéis prestar este servicio solos. Os necesitáis unos a otros. Reuníos, servíos unos a otros y servid juntos al Señor”.
“Cada cristiano pasa por pruebas y tentaciones. Eso no significa que tengamos una vida imposible. Solo significa que siempre debemos tener cuidado cuando llega un momento difícil, que no nos alejemos del Señor, que no pensemos solo en lo terrenal, que no nos alejemos de la comunión. Y allí es donde Él nos ayuda, si nosotros queremos, a resistir ese espíritu”.