Hasta ahora, nuestra serie sobre los Sacramentos en la Iglesia de Cristo se ocupó del Santo Bautismo con Agua. Ahora cambiamos de tema para hablar de la Santa Cena. ¿Cuál es la posición de la Iglesia Nueva Apostólica al respecto?
La Santa Cena es un Sacramento que se lleva a cabo en todas las Iglesias cristianas, además del Santo Bautismo con Agua. Y no se celebra solo una vez, sino repetidas veces. En las comunidades nuevoapostólicas en cada Servicio Divino y en otras Iglesias con menor frecuencia. Los contenidos que las Iglesias asocian con este Sacramento varían considerablemente. Esta es una razón por la que hoy en día todavía no hay una celebración conjunta de la Santa Cena entre las denominaciones.
Instituida por el Señor mismo
“Yo creo que la Santa Cena ha sido instituida por el Señor mismo en memoria del una vez ofrecido, plenamente valedero sacrificio y de la amarga pasión y muerte de Cristo. El gustar dignamente la Santa Cena nos garantiza la comunión de vida con Jesucristo, nuestro Señor. Es celebrada con pan sin levadura y vino; ambos deben ser separados y suministrados por un portador de ministerio autorizado por el Apóstol”, dice el cristiano nuevoapostólico en su Confesión de fe. El significado del Sacramento, por otra parte, no puede ser comprendido en profundidad ni doctrinal ni racionalmente, lo que en principio se aplica a todos los actos de salvación de Dios. Está estrechamente relacionado con el misterio de la persona de Jesucristo. En la Santa Cena, la realidad de Dios y su dedicación al hombre se experimenta directamente.
Ya sea la Santa Cena o la eucaristía o la cena del Señor o el partimiento del pan, a lo que se refiere cada uno de estos conceptos es que Jesucristo mismo introdujo la Santa Cena en el círculo de sus discípulos. Con las palabras: “Haced esto en memoria de mí”, el Señor confirió a sus Apóstoles el envío y la autoridad para celebrar la Santa Cena de la misma manera que Él.
La liturgia de la Santa Cena
Los momentos importantes necesitan preparación: Después de la prédica y el perdón de los pecados viene el punto culminante del Servicio Divino. La comunidad celebra la Santa Cena, un acontecimiento sublime y extraordinario para quienes participan del Servicio Divino. Se pronuncian unos pensamientos introductorios para reflexión y arrepentimiento, la comunidad entona un himno de arrepentimiento, se ora el Padre Nuestro en conjunto, se dispensa la Absolución y se pronuncia la oración del sacrificio.
Ahora le siguen unos momentos de silencio, de espera. Es el tiempo que se utiliza para destapar en forma visible y perceptible los recipientes litúrgicos, los cálices de la Santa Cena. Esto se hace con la mayor calma y dignidad posibles. En sentido figurado, es como si se abriera el Santísimo: se ponen de manifiesto los elementos de la Cena del Señor. Y la comunidad lo debería experimentar en forma muy consciente.
La mesa del Señor está preparada
El Pastor extiende sus brazos, sostiene sus manos bendiciendo los cálices y pronuncia las dignas palabras de la fórmula de consagración: “En el nombre de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, separo pan y vino para la Santa Cena y coloco sobre los mismos el una vez traído y eternamente valedero sacrificio de Jesucristo, pues el Señor tomó pan y vino, y habiendo dado gracias, dijo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. ¡Tomad, comed! Haced esto en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis este vino, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga. Amén“.
Jesucristo viene a su comunidad. A través de las palabras del Pastor, el cuerpo y la sangre de Cristo se agregan al pan y al vino. Dios está verdaderamente presente… ¡realmente presente!
Las palabras de consagración se encuentran ante todo en 1 Corintios 11:24-26. El Apóstol Pablo cita en ellas las palabras de Jesús y describe en principio el contenido de la Santa Cena. Separar o consagrar significa sacar el pan y el vino de su uso habitual. Al pronunciar las palabras de la institución, se hace posible la presencia oculta del cuerpo y la sangre de Cristo en los elementos visibles del pan y el vino. En ese momento, el pan y el vino no cambian en su sustancia. Antes bien, se les agrega otra sustancia, que es la del cuerpo y la sangre de Cristo (consustanciación). La transformación de la sustancia (transustanciación) no tiene lugar.
No hay transformación, pero más como símbolo
Y es precisamente en este punto que las opiniones en las denominaciones difieren. Algunas Iglesias celebran la transformación, para otras el pan y el vino son símbolos. La interpretación nuevoapostólica de la Santa Cena dice: no hay transformación, pero más como un símbolo. El pan y el vino no son meras metáforas del cuerpo y la sangre de Cristo, sino que el cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presentes (presencia real). A la sustancia del pan y el vino, a través de la palabra de consagración se agrega la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. La forma externa (accidente) de los elementos de la Santa Cena no cambia a través de este acontecimiento.
El Hijo de Dios está ahora realmente presente en los elementos de la Santa Cena. Y permanece presente allí hasta que llegan a sus destinatarios. Debido a su gran importancia, se convoca a la comunidad a celebrar la Santa Cena con devoción, fe y entrega total a Cristo.
Foto: Jessica Krämer