El aliado para la vida eterna: Aquellos que construyen y nutren su relación con Dios ya son dotados hoy de libertad interior, equilibrio espiritual y una sana autoestima. Y no es tan difícil.
“¡No temas!”. Este mensaje recorre la historia de la Navidad. María y José lo escucharon tanto como los pastores. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider lo señaló el 25 de diciembre de 2020 en Estrasburgo durante el Servicio Divino por vídeo para Francia, Bélgica y Luxemburgo.
“No temáis, tenéis un Salvador”. Este mensaje recorre todo el Nuevo Testamento, subrayó en su prédica, que se basó en Juan 14:1: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. El mensaje central del Servicio Divino: “Para alcanzar paz y libertad confiemos en Dios, como Jesús confió en su Padre”.
La relación que no cae del cielo
Sí, Jesucristo tuvo una relación especialmente estrecha con su Padre. Pero no era innata en él, explicó el director de la Iglesia. Jesús tuvo que construir esta relación como ser humano: estudiando las Sagradas Escrituras (ya desde los doce años), oyendo la palabra de Dios (“Tú eres mi Hijo amado”) y con una vida de intensa oración. “Jesús, como hombre, tuvo que aprender a confiar en Dios: ¡Mi Dios es el más fuerte!”.
Esto le dio al hombre Jesús seguridad, libertad y paz. Por supuesto que tenía miedo a la muerte, pero sabía hacia dónde iba. Por supuesto, tenía que comer, dormir y vestirse. Pero no se dejó cautivar por las cosas materiales. Y, por supuesto, se entristecía cuando las personas no lo entendían. Pero eso no lo inquietó porque sabía: “Mi Padre me ama”.
Y finalmente Jesús tenía la plena certeza: “No estoy aquí por casualidad, mi Padre me ha enviado para traer la salvación a toda la humanidad”. Por eso, nada pudo disuadirlo de su misión: Se dirigió a los pecadores. No hizo distinción entre hombre, mujer, niño, joven, anciano, rico, pobre: iba a todos. Y perseveró cumpliendo su misión hasta el final.
La convicción de ser infinitamente amado
Incluso hoy en día se puede experimentar una y otra vez el verdadero poder del mal, enfatizó el Apóstol Mayor: “¡Pero no se turbe vuestro corazón! Jesucristo es el más grande. No tengáis miedo; al final es Jesucristo quien gana”.
Por supuesto, a veces uno no entiende los caminos de Dios. Pero quien confía en Jesús y coloca todo en sus manos experimenta la paz y la libertad de Cristo. Y quien se da cuenta de que el Hijo de Dios vivió, sufrió, murió y vendrá otra vez por amor a la humanidad, también sabe lo que realmente vale para el Dios perfecto. “Es una autoestima sana”. Y eso libera de la necesidad de perseguir el dinero, el poder, la fama o los ‘me gusta’ en las redes sociales para demostrarse a sí mismo y a los demás lo que vale.
La redención que alcanza para todos los seres humanos
“Sabemos que hemos renacido de agua y del Espíritu para contribuir a la salvación de todos los seres humanos”. Sin embargo, algunos tienen dificultades con las diferencias entre las personas: el color de la piel, la tradición, el estilo de vida. Algunos se sienten interpelados por el hecho de que a los que son diferentes les vaya bien. “Eso genera rechazo, genera aversión, genera división”.
“Queremos ser testigos de Cristo y, por lo tanto, no podemos detenernos en las diferencias”, deja claro el Apóstol Mayor Schneider. “La salvación que Dios concede a mi prójimo, aunque él sea completamente diferente, no pone en duda la mía. No estamos compitiendo por la salvación; es lo suficientemente grande para que alcance para todos los seres humanos”.
“Seguimos con nuestra misión, pase lo que pase”. Para ello es necesario seguir construyendo y ampliando nuestra relación con Jesucristo: a través de la palabra de Dios, del estudio de las Escrituras, de la oración. Así, “crece esta confianza en Jesucristo, que nos da paz, que nos da serenidad, que nos da equilibrio personal, una sana autoestima y que nos da libertad”.