Con su interpretación de la Santa Cena, la Iglesia Nueva Apostólica está bastante cerca de sus raíces católicas apostólicas. Pero había un buen trecho que cubrir antes de llegar a ese punto: un esbozo del camino recorrido.
Una comunión de comuniones de mesa: La forma en que un grupo de creyentes entiende el Sacramento del altar lo define como Iglesia. Ha sido así al menos desde la Reforma en el siglo XVI. Sobre todo, la pregunta era y es: ¿Hasta qué punto el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el pan y el vino?
La Iglesia Católica Apostólica tenía respuestas bastante concluyentes porque contaba con teólogos que conocían y utilizaban el vocabulario técnico del siglo XIX. En la literatura nuevoapostólica del siglo XX, en cambio, se observa con cada autor una nueva búsqueda de las palabras apropiadas. Con los trabajos emprendidos para la publicación del Catecismo en 2012, el vocabulario para expresarlo adquirió de pronto un nivel técnico más especializado.
¿Símbolo o realidad?
La “presencia real” siempre es la respuesta a la pregunta central. El teólogo católico apostólico Heinrich Thiersch escribe sobre “la presencia verdadera y real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Cena” muy en la tradición de la doctrina católica y luterana.
Este hilo conductor llega hasta el Catecismo de hoy: “Pan y vino no son únicamente metáforas o símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo; el cuerpo y la sangre de Cristo, más bien, están verdaderamente presentes”.
¿Se transforma o se agrega?
Las épocas también coinciden en el cómo, por lo que es rechazada claramente la doctrina católica de la transustanciación (transformación de la sustancia). La tendencia es más o menos explícita hacia la doctrina luterana de la consustanciación (se agrega la sustancia). En ambos casos no es la forma material del pan y el vino lo que cambia, sino el contenido, la esencia interior.
Sin embargo, el libro de enseñanza “Preguntas y respuestas” da un giro a principios de los años 90. En este contexto aparece de pronto el término «realidad espiritual», que las Iglesias Reformadas suelen oponer a la presencia real. Pero esto no es tanto un cambio en la doctrina, sino solo un ejemplo de las dificultades lingüísticas.
¿Accesoria o punto central?
Un aspecto completamente diferente se destacó en la interpretación de la Santa Cena en la época de los Apóstoles Mayores Niehaus y Bischoff. Mientras que antes el perdón de los pecados solo era una preparación para la Santa Cena, la relación se invirtió. El Sacramento se consideraba ahora solo como una mera confirmación del perdón de los pecados, que en sí mismo recibía un significado casi sacramental.
Paulatinamente, la Iglesia Nueva Apostólica se fue despidiendo de esta tradición. A fines de los años 60, los libros de enseñanza sustituyeron el concepto de la mera confirmación. Y desde principios de los años 70 hasta hoy es válido: la Santa Cena es el punto central y el perdón de los pecados hace posible participar dignamente de la misma.
La “doble naturaleza”, clave para la interpretación
El aspecto del sacrificio de la interpretación nuevoapostólica de la Santa Cena se ha desplazado claramente de la interpretación católica a la evangélica. Así como antes, el sacrificio de Jesucristo está presente en la Santa Cena, pero ya no se habla de una respuesta por parte de la comunidad. Hasta la era de los Obispos, incluía el ofrecimiento de los elementos pan y vino. El último rastro de ello –“y coloco sobre lo ofrecido” de la fórmula de consagración– desapareció con la reforma litúrgica de 2011.
Con el Catecismo, la Iglesia Nueva Apostólica no solo revivió, sino que amplió significativamente los planteamientos de la Iglesia Católica Apostólica sobre la “doctrina de las dos naturalezas”. Este concepto no solo es la clave para entender la naturaleza de Jesucristo, sino también para explicar la naturaleza de la Iglesia, el ministerio y el Sacramento.
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