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Asistencia espiritual (14): Emaús, la madre de todas las visitas

julio 27, 2021

Autor: Peter Johanning

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Emaús, una pequeña localidad cerca de Jerusalén, es el escenario de un interesante y emocionante encuentro entre Jesucristo resucitado y sus discípulos. Así podría ser una buena visita de asistencia espiritual.

El encuentro del Señor con los discípulos de Emaús, que puede leerse en Lucas 24:13-35, es un ejemplo de asistencia espiritual exitosa, que también podría desarrollarse hoy en día de esta forma o de una forma similar. De este encuentro bíblico pueden derivarse cinco reglas para los asistentes espirituales:

  • Jesús se fija en sus discípulos y reconoce sus necesidades.
  • Camina junto a ellos y los acompaña.
  • Los escucha con atención.
  • Responde a sus preguntas y con ello al mismo tiempo los orienta.
  • Se despide de ellos y los deja seguir su camino bajo su propia responsabilidad.

La situación era dramática y los discípulos de Emaús estaban desesperados: tristeza, decepción, duda, frustración, ira, incertidumbre, preocupación, miedo al futuro… un poco de todo. Habían perdido el sentido de su vida, estaban desorientados. En silencio se dirigían a casa. Es interesante observar cómo el Hijo de Dios trata con sus discípulos en esta situación particular. Hace lo que los asistentes espirituales a veces tienen que estudiar toda una vida para poder hacerlo y da un ejemplo de asistencia espiritual práctica.

Fijarse/reconocer las preocupaciones

Jesús conocía el estado de ánimo desconsolado de sus discípulos y buscó la cercanía con ellos. Aunque se asombró de que no supieran lo que les estaba ocurriendo, a pesar de todas las indicaciones anteriores que les había dado, no los regañó, sino que respondió con naturalidad y amor.

Una mirada a la comunidad revela el estado de ánimo de cada uno de los hermanos y hermanas en la fe, si tienen pensamientos positivos o negativos con respecto al futuro. ¿Qué pasa con los vínculos sociales en la comunidad, se están formando camarillas o algunos se aíslan inadecuadamente, hay conflictos? ¿De qué hablan los miembros de la comunidad? ¿Los que dicen que les va bien, les va realmente bien? Con mucha comprensión y tiempo, todo esto se puede debatir en una conversación de asistencia espiritual.

Caminar junto al otro/acompañar

Jesús acompañó a sus discípulos durante algún tiempo, fuera de Jerusalén, pero desde el principio con la intención de persuadirlos para que volvieran a Jerusalén. No fue a ellos con reproches, sino con comunión, acompañamiento.

Trasladado al trabajo en la comunidad de hoy, esto significa participar en lo que les pasa a los hermanos en la fe, no solo tomar nota de ello. Quien expresa: “¡Tengo tiempo para ti! Estoy aquí para ti”, siempre tiene un interlocutor en la conversación. Esto incluye también la sensibilidad para dejar el punto de vista propio y ponerse en el lugar de la otra persona. Como cristianos, podemos orar con los hermanos y hermanas en la fe. ¡Orar con los demás a menudo nos salva de juicios erróneos!

Escuchar

Jesucristo escuchó lo que preocupaba a los discípulos. Las personas solitarias son silenciosas o bien se desahogan. Los discípulos de Emaús hablaron. Y Jesús los escuchó atentamente.

Escuchar es un don que no todo el mundo tiene. En las visitas de asistencia espiritual, la proporción de escuchar al otro es considerable. Alguien que lo sabe todo desde el principio, o que interrumpe constantemente, es una verdadera molestia. El que escucha puede ser reconocido por la forma en que transmite el sentimiento de cercanía y conexión. La postura corporal, los gestos y las expresiones faciales son una señal de apertura y comprensión. El “escuchar activamente” consiste en preguntar, confirmar y empatizar. No es la propia persona la que está en primer plano, sino la otra persona. Las experiencias propias, las ideas propias, las soluciones propias valen su peso en oro, pero todo a su tiempo.

Responder/orientar

Jesús transmitió seguridad a sus discípulos, reinterpretó para ellos las antiguas palabras de los profetas, les habló como un maestro capaz de convertir la teoría en práctica. A la famosa pregunta de más de uno: “¿Y qué tiene que ver esto conmigo?”, respondió con las conocidas palabras.

Lo mismo ocurre hoy: las visitas asistencia espiritual tratan a menudo de preguntas referidas a la fe. De un asistente espiritual se puede esperar, sin más, que responda con claridad en el sentido de la fe y la doctrina. Puede que no sepa la respuesta a todo inmediatamente, pero entonces conoce a alguien que sí la sabe. En definitiva, transmite un sentimiento de empatía y plantea en todas las cuestiones y decisiones de la vida la pregunta: ¿Qué nos depara Dios? ¿Qué nos acerca al Señor?

Seguir adelante/dejar ir

Finalmente, después de haber dicho y debatido todo, el Hijo de Dios se puso de nuevo en camino y dejó a los discípulos. Había percibido su necesidad, los había acompañado, los había escuchado y les había dado nueva orientación. Más no es posible.

El que ama sinceramente también puede dejar ir con confianza. Para el asistente espiritual, esto significa dejar que sus hermanos sigan su camino una vez cumplida su misión. Un acompañamiento de asistencia espiritual es bueno no por su duración, sino por su calidad. Los hermanos y hermanas en la fe toman sus propias decisiones y son, en última instancia, responsables de ellas. Por lo tanto, seguir adelante y dejar ir no significa desinterés o indiferencia, sino que es una expresión de confianza en la fuerza del otro.

Foto: Prostock-studio – stock.adobe.com

julio 27, 2021

Autor: Peter Johanning

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