El renacimiento de agua y del Espíritu: Lo que comenzó como un rito en dos partes, se convirtió en dos Sacramentos independientes. Esto fue provocado por el éxito abrumador del cristianismo.
En el siglo IV d. C., los baptisterios –las capillas bautismales situadas delante de las grandes iglesias episcopales– bullían de actividad. Las cosas se dispararon realmente cuando el propio emperador Constantino se convirtió al cristianismo, allanando así el camino a la religión estatal.
La tendencia al Bautismo de niños , que prevaleció en todas partes hasta el siglo VI, trajo consigo una afluencia adicional. Fue el Padre de la Iglesia Agustín quien sentó las bases teológicas con su doctrina del pecado original.
Estos desarrollos cambiaron el rito del Bautismo en dos partes : el Bautismo con Agua – generalmente a cargo de un sacerdote– era seguido inmediatamente por la imposición de manos y la unción por parte del Obispo, como Confirmación (del latín “confirmatio”).
Los sacerdotes no siempre podían ayudar
Los sacerdotes estaban disponibles en número suficiente, pero llegó un momento en el que los prelados no pudieron hacer frente a la creciente afluencia. Las Iglesias de Oriente y Occidente del Imperio Romano lo resolvieron de forma muy diferente.
En la Iglesia de Oriente, la unción gozaba ya desde hace mucho tiempo de un estatus más elevado que la imposición de manos. Por lo tanto, al clero le bastaba con que el aceite de la unción hubiese sido consagrado por un Obispo. Él mismo ya no tenía que estar presente en el Bautismo. Las Iglesias Ortodoxas lo practican de la misma manera hasta el día de hoy.
En el Occidente romano, la situación era algo diferente. Lo más importante allí –siguiendo los modelos bíblicos – era la imposición de manos por parte del ministerio que debía asegurar la conexión doctrinaria con los Apóstoles bíblicos. Por lo tanto, el Obispo no podía delegar el acto en los sacerdotes.
Una cuestión de tiempo
A medida que surgían más y más congregaciones, el rebaño pronto dejó de acudir al pastor, sino el pastor a los rebaños. El Obispo recorría sus parroquias cada vez más numerosas. Y podían pasar días, semanas o incluso años antes de que volviera al mismo lugar.
Así, el Bautismo con Agua y la imposición de manos/unción se fueron distanciando en el tiempo. El rito de la “confirmatio” se convirtió en el Sacramento independiente de la “Confirmación”. Los escolásticos construyeron el marco teológico para el mismo en la Edad Media. Este entendimiento se cimentó cuando los reformadores sacudieron el edificio de la doctrina.
A lo largo de los siglos, la edad de los confirmandos fluctuó considerablemente entre los cuatro y los dieciséis años, pero sobre todo en torno a los siete. Hoy en día, se toma en cuenta la “edad del uso de razón”, como edad en la que se tiene la capacidad para tomar esta decisión. El momento exacto queda a la discreción de las conferencias episcopales nacionales.
Concesión del Espíritu y filiación divina
“La Confirmación perfecciona la gracia bautismal”, dice hoy el Catecismo de la Iglesia Católica. “Es el Sacramento que da el Espíritu Santo”. Su objetivo es “enraizar más profundamente a los creyentes en su filiación divina”, “hacer más sólido su vínculo con la Iglesia” y ayudar “a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras”.
A modo de comparación: “En el Santo Sellamiento, el creyente bautizado se llena de Espíritu Santo en forma duradera”, dice el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica. Esto “consuma aquello que fue comenzado en el Santo Bautismo con Agua: el renacimiento de agua y Espíritu”. Y sus efectos “son la filiación divina y el llamamiento a la primogenitura. Si el sellado le da cabida al Espíritu Santo para que se despliegue, se desarrollarán virtudes divinas”.
Los reformadores protestantes tuvieron sus problemas con la Confirmación católica. Y, sin embargo, desarrollaron algo similar: la Confirmación evangélica. Recién más tarde el contenido de este acto cambió. De eso trata la próxima parte de la serie de nac.today.
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