Buscar y hallar: la cercanía de Dios en la oración
¿Cómo va el lema anual “Orar funciona”? Una breve encuesta en Instagram proporcionó 900 impulsos sobre el tema “Oración”. La primera parte trata sobre el sentimiento de cercanía a Dios en la oración.
“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Pero, ¿qué hacer si uno tiene la sensación de que Dios no está cercano en la oración? ¿Cómo hallar a Dios entonces?
Una pregunta que preocupa a muchos. Después de todo, ¿quién no ha experimentado alguna situación en la que no siente la cercanía de Dios?
Presente en lo secreto
Lo primero que tenemos que mirar es el gran modelo a seguir: ¿Qué dice Jesús sobre dónde se puede hallar a Dios? Cuando enseña a los discípulos el Padre Nuestro, también habla de cómo orar. Jesús señala que los que oran deben retirarse, según Mateo 6:6 entrar en el aposento.
Jesús utiliza la imagen de retirarse al propio aposento. ¿Rechaza entonces el orar en la comunidad? No, Él mismo oraba siempre en público y en la comunidad. También nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos” y no “Padre mío que estás en los cielos”. La oración siempre tiene un componente de comunión. Sin embargo, Jesús habla de un lugar donde Dios ya está presente: en lo secreto.
Alejarse de lo cotidiano
El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider dice en su alocución en vídeo: “Esto significa que buscamos oportunidades para alejarnos de las influencias externas y adoptar una perspectiva diferente. Esta santificación, este alejamiento de lo cotidiano, genera paz en estos tiempos tan agitados”.
Sin embargo, entrar en el aposento de quietud, alejarse de lo cotidiano, no significa automáticamente que vuelvan la paz y la tranquilidad. Los pensamientos que rondan la mente de una persona la acompañan incluso hasta el lugar más solitario. Esto requiere concentrarse en el diálogo con Dios, que ve lo que permanece en secreto.
Ver y ser visto
Todos quieren ser vistos. Para ello, no hay que fijarse primero en los extremos, donde la gente hace todo lo posible por destacarse. Incluso los niños quieren llamar la atención y ser vistos: “¡Mira mamá, mira papá!”.
Si un niño o una persona no se sienten vistos, es una situación difícil de soportar para el involucrado. Los niños inventan muchas cosas para llamar la atención de sus padres. El deseo de llamar la atención puede llevar incluso a los adultos a cometer delitos.
Las personas quieren que las vean, eso llega a lo sustancial, a lo que una persona necesita. “Alguien espera en lo secreto para verte”, es el mensaje de Jesús. Como ocurre a menudo, a Dios solo le interesa la persona. O como escribe el salmista: “Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios”.
Devolver la mirada a Dios
A menudo, las personas se miran con recelo, juicio y para ejercer control. A menudo se habla de una mirada deficiente. La mirada de Dios hacia lo secreto, hacia lo más íntimo del ser humano, es distinta. La mirada del Padre es una mirada amable, benévola, que invita al que ora a devolver esa mirada.
La oración comienza cuando internamente la atención se centra en Dios y el que ora devuelve la mirada de Dios. Suena más fácil de lo que es. ¿Quién no ha divagado en sus pensamientos durante la oración conjunta en un Servicio Divino? Hay que aprender a devolver la mirada a Dios. Algunas personas leen primero las Sagradas Escrituras, escuchan música o se toman conscientemente un tiempo para descansar antes de orar.
En el Evangelio de Mateo, Jesús señala que el Padre nos recompensará, pero no necesariamente respondiendo a nuestras oraciones y cumpliendo todos nuestros deseos. La recompensa es la presencia de Dios, o la experiencia de lo que significa poder devolver la mirada de Dios.
Imaginémonos esto: Te retiras de la lucha para prestar atención a tu interior. Allí, en secreto, eres completamente tú, puro, sin adulterar, sin maquillaje. Y allí eres visto por Dios, que te conoce y te afirma tal como eres.
Esto no tiene por qué quedarse en una idea, sino que puede ser experimentado. Algunos describen la sensación como un “manto protector”, “un escalofrío y calor”, “calma y paz interior” o “un abrazo”.
Hallar sigue siendo una búsqueda
Los que no siempre sienten la mirada de Dios están en la mejor compañía. Cuando Jesús murió en la cruz, sus últimas palabras fueron las primeras de Salmos 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. En las siguientes frases del salmo, el autor le descarga toda su frustración a Dios: “¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes, y de noche, y no hay para mí reposo”. Pero el salmista persevera y halla a Dios: “¡Me has escuchado! En medio de la congregación te alabaré”.
Y entonces volvemos a las palabras de Isaías: hallar a Dios en la oración sigue siendo una búsqueda. Pero Dios se deja hallar.
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