¡Escandaloso! ¿Cómo podía Jesús socializar con recaudadores de impuestos corruptos y, luego, incluso comer con ellos? A los fariseos no les gustaba mucho esto. Hoy es el Día Internacional de las Aduanas. Con motivo de este día, observaremos a tres oficiales que cambiaron y enmendaron sus pecados e incluso llegaron a seguir a Jesús.
El Día Internacional de las Aduanas existe desde 1953. Fue establecido por la Organización Mundial de Aduanas (OMA) y reconoce el papel que cumplen los oficiales de aduanas, que realizan una importante contribución a la seguridad de su país y al flujo de mercaderías a través de las fronteras. No obstante, los oficiales de aduanas no siempre fueron tan respetados. En tiempos bíblicos, los recaudadores de impuestos, que en realidad eran oficiales de aduanas, eran sinónimo de pecadores.
Muchos que no querían pagar impuestos
A nadie le gusta pagar impuestos. Esto no ha cambiado desde el tiempo de Jesús. Pero a diferencia de ese entonces, hoy los países recaudan sus propios derechos de aduana e impuestos. Los funcionarios de aduanas son empleados estatales y están controlados por el Estado.
En tiempos bíblicos, en el Nuevo Testamento, el Estado reasignaba la carga de la recaudación de impuestos a terceros. Cualquier romano, esclavo liberado o nativo de la provincia en cuestión podía solicitar ser recaudador de impuestos y arrendar los ingresos aduaneros de la misma por una suma anual acordada. Si los ingresos de un año eran superiores a la suma acordada, el recaudador de impuestos podía quedarse con el excedente. Sin embargo, si los ingresos eran inferiores, él debía abonar la diferancia de su propio bolsillo. Era una fuente segura de ingresos para el Estado, pero suponía un riesgo para los recaudadores de impuestos. Con frecuencia, ellos minimizaban el riesgo abusando del sistema y cobrando mucho más para asegurarse su ganancia personal.
Uno que trepó a un árbol
Zaqueo quería ver a Jesús. Pero era demasiado bajo como para poder vislumbrar entre la multitud al hombre del cual tanto había oído hablar. Entonces, trepó a un árbol que estaba en el camino que Jesús tomó para ir hacia Jericó. Cuando Jesús vio al recaudador de impuestos en el árbol, lo llamó: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Lucas 19: 5).
Zaqueo era un jefe de los publicanos. De hecho, empleaba a gente del lugar para que cobrara los impuestos o peajes por él. Era muy rico. Al igual que muchos de sus colegas, se había enriquecido engañando a su propia gente. Y lo despreciaban por ello.
Los transeúntes se escandalizaron de que Jesús quisiera visitar a Zaqueo en vez de a uno de los sacerdotes que estaban cerca. Opinaban que ellos merecían una visita de Jesús mucho más que Zaqueo. Pero, entonces, el recaudador de impuestos hizo un voto: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19: 8). Una promesa generosa, porque esa era la pena máxima según la ley mosaica para la malversación de fondos.
Uno que se arrepiente de sus pecados en el templo
A Jesús le gustaba contar parábolas en las que recaudadores de impuestos tenían un rol especial. Esto habrá sido considerado escandaloso. Porque a los ojos del judío devoto, los recaudadores de impuestos estaban cometiendo una traición religiosa, ya que los judíos sólo conocían las contribuciones por motivos religiosos. Una de las parábolas habla sobre un fariseo y un recaudador de impuestos en el templo (Lucas 18:9-14). Mientras el fariseo agradecía con arrogancia a Dios por no ser como el recaudador de impuestos, este último permaneció con humildad a un lado, rogando: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Jesús interpretó su propia parábola y subrayó que el recaudador de impuestos se fue del templo justificado porque fue humilde, reconoció sus faltas y se arrepintió. Así, Jesús situó al recaudador de impuestos por sobre el fariseo judío.
Uno que se convirtió en discípulo de Jesús
Jesús no tuvo temor de elegir a un recaudador de impuestos como Apóstol. Leví, quien más tarde se llamaría Mateo, estaba sentado en el banco de los tributos públicos cuando Jesús pasó a su lado y lo llamó: “¡Sígueme!” (Mateo 9:9; Marcos 2:14; Lucas 5:28). Su historia es relatada en tres de los Evangelios y los tres concuerdan en lo que sucedió luego: “Y se levantó y le siguió”.
A los fariseos mojigatos les fue difícil aceptar esto. Y algo más les molestó de esta historia. Jesús fue a la casa de Leví y comió con él y con muchos otros recaudadores de impuestos y pecadores. Esto iba en contra de las leyes puritanas, que prohibían que la gente comiera con pecadores. Las críticas de los fariseos dejaron frío a Jesús. Él señaló que “había venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
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