En foco 5/2022: La empatía marca la diferencia
La empatía es algo más que la compasión. Quien tiene empatía muestra interés por el prójimo, lo apoya activamente y se conecta con él en comunión. El Apóstol de Distrito Leonard R. Kolb (EE. UU.) describe esta convicción en su “En foco” y nombra cuatro niveles de empatía.
¿Cómo podemos aprender a vivir juntos en Cristo? Uno de los aspectos es aprendiendo a sentir empatía por los demás. La empatía es una cualidad de Dios encarnada por Jesucristo. Es necesaria para vivir como ciudadanos en el reino de Dios.
La empatía es la capacidad de ponerse en los sentimientos o en la condición de los demás, como si uno mismo estuviera experimentando las cosas. Las personas con capacidad de empatía sufren con los que experimentan directamente el sufrimiento y el dolor. La compasión por sí sola no es especialmente útil para las personas necesitadas. La empatía, en cambio, se convierte en un puente que conecta a dos personas y crea un espacio para la curación real, la comprensión y la identificación con el otro.
La empatía tiene cuatro niveles:
- reconocer la perspectiva del otro,
- adoptar una actitud no prejuiciosa,
- apreciar y comprender los sentimientos y las emociones de la otra persona, y
- comunicárselo a él o ella.
La empatía significa compartir los sentimientos de los demás. Uno se vuelve vulnerable en el proceso, porque al conectarse con alguien hasta ese punto, se pone a sí mismo en un escenario difícil.
Dios nos enseña que su camino es el de la empatía, la comprensión y la compasión: “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:33-34).
Aquí se hace evidente este identificarse con el otro. Dios pide al pueblo que recuerde sus propias experiencias pasadas al considerar cómo tratar a los extranjeros en su tierra.
También David reconoció la empatía de Dios en su vida: “Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?” (Salmos 56:8). David siente que Dios reconoce su dolor e incluso soporta su tristeza: “Pon mis lágrimas en tu redoma (vasija)”.
Una y otra vez, queda clara la naturaleza compasiva y empática de Jesucristo: “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró” (Juan 11:33-35).
Y esta naturaleza de Cristo se refleja en la enseñanza de los Apóstoles. Aquí algunos ejemplos:
- “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15).
- “… para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:25-26).
- “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Hebreos 13:3).
En estos ejemplos reconocemos la empatía de Dios y al mismo tiempo vemos la necesidad de que desarrollemos esta cualidad en nosotros mismos. Empatizar con el prójimo es lo que vale.