Hay muchas personas que tienen que abandonar sus hogares. Desplazados, sin un lugar donde vivir, raramente acogidos en algún sitio. Por desgracia, esto sigue siendo una amarga realidad. El 20 de junio es el Día Mundial de los Refugiados.
Como cada año, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) llama la atención sobre la gran miseria que sufren las personas sin hogar permanente. Necesitan urgentemente ayuda y apoyo, calidez y buena voluntad. A menudo, deben emprender, traumatizadas, nuevos caminos que no eligieron para sí mismas. Quedarse en casa y morir o marcharse y tratar de sobrevivir: eso es todo lo que pueden elegir. Sin embargo, los puntos conflictivos son los mismos desde hace años y no han cambiado mucho.
Por primera vez, el número de refugiados en todo el mundo ha superado los 100 millones, según informa el sitio web del ACNUR. Es casi el 1% de la población mundial. La evolución de este año está impulsada, en particular, por la guerra de Ucrania, pero también por otros conflictos terribles, dice. El presidente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, afirma: “Cien millones es un número desolador, aleccionador y alarmante por igual. Es un récord que nunca debería haberse alcanzado”, pues “detrás de cada una de estas cifras hay una persona desplazada de su hogar y un destino de huida, desarraigo y sufrimiento”.
Buscar la paz y la estabilidad
La violencia o los conflictos prolongados prevalecen en muchos países del mundo. Algunos ejemplos son Afganistán, Etiopía, Burkina Faso, Myanmar, Nigeria, Somalia, toda la zona del Sahel o la República Democrática del Congo. Oriente Medio también conoce el problema, o el oeste de Turquía, y más recientemente Ucrania. Grandi continúa: “En última instancia, la ayuda humanitaria es un paliativo, no una cura. Para invertir la tendencia, solo hay una respuesta: la paz y la estabilidad, para que personas inocentes no se vean obligadas a elegir entre el peligro agudo en su propio país o la peligrosa huida y el exilio”.
La paz y la seguridad, como sabemos, no caen del cielo. Hoy en día, los derechos humanos compiten demasiado a menudo con la maximización del beneficio y el abuso de poder. Estos derechos son un dictado, la paz y la seguridad necesitan protección. No es un asunto sencillo. Desde una perspectiva cristiana, existen antídotos contra la xenofobia o la discriminación:
- No dar lugar al odio,
- tratar a los extranjeros como amigos,
- compartir con ellos lo que uno tiene,
- dar al amigo lo que uno mismo espera de él,
- …
Hay varios relatos sobre este tema en los Evangelios, por ejemplo, la historia de los diez leprosos de Lucas 17:11-19:
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Hay muchas cosas que podemos aprender de los extranjeros, por ejemplo, la gratitud.
Impulsar la paz
Sin duda, Albert Schweitzer, el gran pensador, teólogo y médico de la selva, fue un hombre de paz. De él procede la frase: “Solo el pensamiento de que la actitud de reverencia por la vida llegue al poder, es capaz de provocar el inicio de un tiempo de paz en nuestro mundo”. Y esa es la verdadera esencia: tener reverencia por la vida, independientemente del linaje, el nivel de influencia o la posición de cada uno. Este es, en cierto sentido, el origen de toda ayuda, pues no quedan dudas de que: puede que los campos de refugiados no sean prisiones, pero esas personas tampoco son libres. Y para muchos, demasiados, tener un hogar sigue siendo un sueño.