Malezas, depredadores, falta de apoyo. Una plantita nueva está amenazada por muchos peligros. ¿Qué pueden hacer los creyentes para que la semilla divina crezca en ellos? Un taller sobre el cuidado del alma en un Servicio Divino con el Apóstol Mayor.
“Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio”. El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider trajo este versículo bíblico de Joel 2:23 en su equipaje cuando visitó la comunidad de Chiundaponde en Zambia el 18 de junio de 2022.
Cómo Dios ayuda y salva
“El libro de Joel fue escrito en una época especial”, explicó el dirigente de la Iglesia. “El pueblo de Israel tuvo que enfrentarse a muchas catástrofes naturales”. Una de ellas fue la plaga de langostas, que el profeta Joel interpretó como un castigo divino. Aconsejó al pueblo: “Volved a Dios. Y si volvéis a ser fieles y obedientes, Él os ayudará”. Dios, en su gracia, daría la semilla y enviaría la lluvia a su tiempo.
La lluvia a su tiempo significaba en aquel momento: al principio del invierno se necesita la lluvia para aflojar la tierra y prepararla para la siembra. Durante el invierno llueve mucho y las plantas pueden crecer. Finalmente, en la primavera una ligera lluvia hace que las plantas maduren.
Incluso hoy en día hay catástrofes naturales, pero “no consideramos las langostas, los terremotos o las inundaciones como un castigo de Dios. Porque sabemos que Dios no quiere castigar a los pecadores, sino salvarnos”. Dios quiere llevar a los seres humanos a su nueva creación. El Apóstol Mayor lo explicó utilizando la imagen de la cosecha.
La semilla no florece por sí sola
Dios proporciona al ser humano la semilla y se encarga de que llueva en el momento adecuado y en cantidad suficiente. Pero el hombre tiene que cuidarse de plantar la semilla, quitar las malezas y alejar a los animales que podrían comerse la cosecha.
“Con el don del Espíritu Santo, Dios nos ha dado la semilla”. Y también nos da todo lo necesario para el buen desarrollo: su palabra, su gracia y la Santa Cena.
“Pero ahora nosotros mismos debemos hacer algo con esta semilla”. Y es lo siguiente:
- Plantar la semilla en lo más profundo: “Mis amados hermanos y hermanas, procuremos que este don del Espíritu Santo sea plantado profundamente en nuestra alma. Que estemos firmemente decididos: Quiero ser transformado en la imagen de Cristo”.
- Eliminar las malezas: “Son todas las preocupaciones terrenales, todo lo que concierne a nuestra vida en la tierra”. Esto no significa que la vida en la tierra ya no sea importante. Simplemente no debe ser más importante que la salvación.
- Expulsar a los depredadores: Peligros como la ira, la envidia y el egoísmo “pueden destruir totalmente las plantas divinas”.
Confiar en la lluvia
“Es hermoso que el profeta haya elegido la imagen de la lluvia”, comentó el Apóstol Mayor. “Porque el hombre nunca puede decidir cuándo va a llover, sino que solo Dios puede decidir que llueva ahora durante tanto tiempo y en esta cantidad. Así que no hay nada que uno pueda hacer, solo puede esperar. Y así es como Dios envía su ayuda y su bendición. No podemos decidir de qué manera nos ayudará Dios. No podemos decidir en qué momento nos bendecirá. Simplemente tenemos que confiar”.
Las reflexiones finales giraron en torno a la alegría y las formas de expresarla: La palabra bíblica llama a los creyentes a alegrarse y gozarse. Dios permite llegar a ser como Jesús y entrar en su reino “y estamos agradecidos y contentos de tener esta oportunidad”.
“Expresamos nuestra alegría y agradecimiento por ello sirviendo, sirviendo al prójimo, sirviendo al Señor”, dijo el Apóstol Mayor Schneider. “Es una gran manera de expresar nuestro agradecimiento a Dios”.