Ama al otro como es, no como quieres que sea
“Indígena” significa autóctono. La ONU también habla de pueblos autóctonos. Se refiere a los descendientes de la población original. Hoy, 9 de agosto, un Día Internacional de conmemoración los recuerda.
No se denominan a sí mismos indígenas, sino aborígenes, inuit, nativos, primeras naciones, adivasi y muchos otros nombres más. Se llamen como se llamen, los motivos más frecuentes para hablar con ellos son su situación, la limitación de los derechos humanos o la reconstrucción de una historia con profundas heridas. Los puntos clave de la agenda son la conquista, la colonización, la privación de derechos o la discriminación.
Muchos pueblos indígenas ya se han hundido en la vorágine del tiempo, han sido asimilados a la fuerza o sufren la marginación, como ellos mismos dicen. El destierro a un espacio vital de mayor o menor tamaño no es la solución a sus problemas. Mientras tanto, varios grupos étnicos, por ejemplo, en la selva brasileña, se han atrincherado en reservas creadas por ellos mismos y rechazan cualquier contacto con el mundo exterior.
Día de conmemoración
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas pretende concienciar de que los derechos humanos no pueden definirse unilateralmente. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, publicada con el número 61/295, contiene nada menos que 46 artículos, entre los que se incluyen exigencias muy básicas sobre el derecho a la autodeterminación, la protección de los derechos humanos y la garantía de libertad y seguridad. En otras palabras, se trata del valor de la vida misma.
Para llamar la atención del mundo sobre los problemas de los pueblos indígenas, las Naciones Unidas les dedicaron por primera vez un Año Internacional en 1993. Le siguió el primer “Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo” de 1994 a 2004 y el segundo Decenio Internacional de 2005 a 2014. En 1994, el 9 de agosto fue establecido, además, como Día Internacional de Acción para los Pueblos Indígenas.
Un ejemplo entre muchos, las Primeras Naciones
Todos pueden contribuir –a su manera– a que las personas se sientan valoradas, independientemente de su ascendencia. Sean una minoría o no. Hace cinco años –en marzo de 2017– el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider realizó un viaje a la provincia de Saskatchewan (Canadá). Allí Canadá está en su máxima expresión. Solo Saskatchewan es tan grande como Suiza y Francia juntas. Es el hogar de varias tribus indígenas, principalmente los descendientes de los cree, que representan más del 13% de la población. La ciudad de Regina tiene su propia universidad, la First Nations University of Canada.
El Director internacional de la Iglesia aprovechó la ocasión para conversar con algunos representantes de diversos grupos étnicos. Los jefes hablaron con él sobre paz y reconciliación, explicaron su historia y expresaron su esperanza de que las generaciones de hoy recuerden con respeto la historia de su país. Dado que el ministerio de Apóstol se entiende también como ministerio de reconciliación, el Apóstol Mayor Schneider quiso aportar un acento a la convivencia pacífica. En su alocución dejó claro que los parámetros del Evangelio pueden ser aplicados a un proceso de reconciliación: “Como cristianos es nuestro deseo compartir vuestras preocupaciones, vuestros padecimientos. Hoy somos conscientes de que fueron justamente los europeos y los cristianos los que trajeron tanto sufrimiento a esta nación”.
Alocución a la Nación
Subrayó claramente que tales acciones no estuvieron en absoluto amparadas por el Evangelio de Jesucristo. “Todo lo contrario, precisamente el Evangelio es el fundamento para la paz y la reconciliación”. Y después mencionó tres verdades fundamentales del Evangelio:
- “Jesucristo enseñó que el hombre debe amar a su prójimo como a sí mismo”. El dirigente de la Iglesia se lamentó de que justamente sea este lema el que tantas veces es olvidado por los cristianos.
- Allí donde adquieren supremacía el dinero, el poder, el bienestar y el prestigio personal, el hombre comienza a volverse malo. “Cuando todo esto se vuelve más importante que la aflicción de mi prójimo, se rompe la regla de oro del amor al prójimo”. Pero el que se atiene al Evangelio, nunca olvidará a su prójimo.
- Jesucristo ofreció su vida en sacrificio para la salvación de toda la humanidad. “Este amor nos concede las fuerzas para vencer nuestras diferencias”. Muchas personas creen que es el prójimo el que tiene que cambiar para justificar sus propias pretensiones. Esta forma de pensar condujo a querer erradicar las diferencias. Pero el Evangelio no dice esto: “La Escritura enseña a respetar las diferencias del otro, aceptarlo así como es, con sus tradiciones, sus culturas, sus antecedentes biográficos”. El amor al prójimo significa: “Ama al otro como es, no como quieres que sea”.