El ministerio (20): Imagen y semejanza a segunda vista
“Adán», ¿el nombre del primer hombre? En realidad, esta palabra significa algo muy distinto. Y eso dice mucho de la igualdad de los sexos. Sin embargo, solo puede reconocerlo quien lee la Biblia con atención.
Dios crea al ser humano a su imagen y semejanza, como hombre y mujer. Ambos sexos tienen la misma dignidad y la misma responsabilidad. Esto es lo que dice el informe de la creación.
¿El informe de la creación? Apenas terminado el primer capítulo de la Biblia, comienza de nuevo en Génesis 2:4 la creación del mundo, los animales y los seres humanos. Entre ambos relatos hay diferencias y similitudes.
¿Versiones contradictorias?
La primera parte es un resumen sobrio y sin nada superfluo en el que se crea un mundo perfecto. La segunda parte es una narración literariamente embellecida que describe cómo el mundo se convirtió en lo que es hoy.
Según este relato más detallado, Dios creó primero al hombre y luego, de su costilla, creó a la mujer como su ayudante. Claramente, con una categoría menor, ¿no? ¿No contradice esto la igualdad de ambos sexos del primer relato de la creación?
No, porque esta versión universalmente popular tergiversa los acontecimientos bíblicos. Un vistazo a la terminología hebrea lo demuestra.
Comprender las palabras
“Adamah” significa tierra o suelo, el material del que Dios forma su criatura. A este ser se lo llama “el Adán”, un juego de palabras que puede traducirse aproximadamente como “el de tierra”. Inicialmente, se refiere al ser humano en general. Recién en Génesis 5 la palabra adquiere finalmente la función de nombre propio.
Este ser humano sin sexo no recibe un ayudante, sino una “ayuda”. Es la misma palabra hebrea que aparece, por ejemplo, en los Salmos cuando se habla de Dios como ayuda (Salmos 33:20; 70:5).
Hasta los huesos
Y luego está la exclamación: “Esto es ahora hueso de mis huesos”. Aquí termina la parte de la historia con la intención de Dios que comienza a hacerle al ser humano una “ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Por esta razón, el Señor crea los animales, “pero para el ser humano no encontró ayuda que fuera idónea para él”.
Recién una operación bajo anestesia total le trae al ser humano el homólogo idóneo para él: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Esto significa algo así como: “Este sí que es un ser de mi especie”.
A partir de allí se puede leer el tema de la costilla. Porque esto también subraya que ambos seres humanos son de la misma “materia”, es decir, de la misma naturaleza.
Un mensaje común
Quienes conocen estos antecedentes lingüísticos y culturales leen el segundo relato de la creación de forma diferente:
- Dios crea al ser humano, le insufla aliento de vida y le confiere así la condición de persona. Aquí encontramos de nuevo la imagen de Dios del primer relato de la creación.
- Dios da al ser humano un homólogo idóneo. Aquí encontramos de nuevo la unión del hombre y la mujer a imagen del Creador.
- Dios asigna al ser humano la tarea de labrar y guardar su creación (Génesis 2:15). Así es, al ser humano. Ni aquí ni después se distingue entre hombre y mujer.
Así pues, el segundo relato de la creación tiene el mismo mensaje básico que el primero, pero embellece elaboradamente la narración. Y el mensaje común es: ambos sexos tienen la misma dignidad, el mismo valor y la misma responsabilidad.
La segunda historia de la creación tiene una continuación que sigue contando por qué el mundo llegó a ser como es. De eso trata el próximo episodio de esta serie.
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