Es la historia del valor de una mujer: Ester se presenta ante el rey, aunque la amenacen con la pena de muerte. Y lo hace dos veces.
El libro de Ester se encuentra en el Antiguo Testamento. El relato narra una historia ejemplar de hostilidad estructural hacia los judíos, observa de cerca las coincidencias y las relaciona con Dios, aunque Dios guarda silencio en la historia. ¿Cómo contaría hoy Ester su historia?
Cómo me convertí en reina
La casualidad quiso que yo estuviera en edad de casarme cuando el rey Asuero repudió a su esposa Vasti y buscó una nueva esposa. Como mis padres murieron pronto, crecí con mi primo Mardoqueo como hija adoptiva. Como me consideraban de buen parecer, me sugirió que me presentara al rey. Probablemente a Asuero le gustó mi carácter agradable además de mi aspecto, así que me eligió como esposa. Por consejo de mi padre adoptivo, al principio oculté mis orígenes judíos.
Mardoqueo me visitaba regularmente y, al parecer por casualidad, vio cómo dos eunucos planeaban el asesinato de mi esposo. Impidió que el plan se llevara a cabo. Sin embargo, aparte de que su hazaña figurara en el libro de las crónicas del rey, no se le rindieron honores especiales.
El enemigo de Israel
Luego estaba Amán, un alto funcionario del rey, ante quien, sin embargo, mi padre adoptivo Mardoqueo no se arrodillaba. Está asignado a la tribu de Edom y es, por lo tanto, una metáfora del enemigo de nuestro pueblo, Israel. Las luchas eran inevitables. Amán no solo quería deshacerse de Mardoqueo, sino también de todo el pueblo judío. Logró convencer al rey de que el día 13 de Adar –día elegido al ser echada Pur, esto es, la suerte– nosotros, los judíos, seríamos atacados.
Mardoqueo estaba horrorizado y me pidió ayuda a mí. Pero temía la regla según la cual todo el que acuda al rey sin que éste se lo pida será castigado con la muerte, a menos que el rey se apiade de él. Mardoqueo dijo que si yo no ayudaba, “respiro y liberación vendrían de alguna otra parte para los judíos” (Ester 4:14). Con ello se refería a Dios. Y también insinuó que quizá no fuera una coincidencia que me convirtiera en reina y ahora tuviera la oportunidad de ayudar a mi pueblo. Así que no tuve más remedio: pedí a mi padre adoptivo que orara intensamente por mí y me puse en camino para ver a mi esposo.
Una petición que desafía a la muerte
A pesar del peligro, acudí al rey sin que me lo pidiera, y encontré misericordia. Tenía un plan: primero invité a un banquete a Asuero y a Amán, y en la comida no les pedí más que una segunda comida juntos. Más tarde supe que Amán estaba de buen humor al principio, pero luego su ánimo empeoró cuando vio a Mardoqueo. Para animarlo, sus amigos recurrieron a un método cruel: erigieron una horca para mi padre adoptivo.
Por la noche, mi esposo no podía dormir y, para distraerse, leyó las crónicas, que mencionaban de pasada la hazaña de Mardoqueo. Por fin se dio cuenta de que Mardoqueo no había sido honrado como era debido. A la mañana siguiente, se apresuró a compensarlo y eligió precisamente a Amán para honrar a Mardoqueo. ¿Coincidencia?
Las cosas empiezan a cambiar
Todo empeoró para Amán: “Aquella noche, durante la cena, le dije al rey que yo era judía y que Amán amenazaba a mi pueblo. Y entonces Asuero interpretó el arrodillarse de Amán con una petición de clemencia como un intento de violación y mandó ahorcar a Amán, en la horca que Amán había erigido para Mardoqueo.
Pero aún no estaba todo bien: el día en que los judíos debían ser asesinados había sido decidido por escrito con el sello del rey. Así que una vez más me presenté ante el rey sin pedirle permiso y le pedí que lo revocara. Una vez más, mi esposo se apiadó de mí y me dejó vivir. Pero no pudo revertir la carta. Mi padre adoptivo y yo tuvimos entonces la idea de que nuestro pueblo debía poder reunirse para defenderse de sus atacantes. Con el permiso del rey, esta carta también se distribuyó en su nombre. Así que mi pueblo se reunió el 13 de Adar y así derrotó a sus enemigos. Este día pasó a la historia y aún hoy los judíos lo celebran con la fiesta de Purim.
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