Es el otro Adviento. Desde esta semana, los cristianos de todo el mundo se preparan para la Pascua. Hay varios nombres para este período de tiempo, pero un objetivo común: reflexionar sobre lo esencial.
Tiempo de pasión, tiempo de arrepentimiento prepascual, la gran Cuaresma: así se refieren los cristianos protestantes, católicos y ortodoxos a la fase que acaba de comenzar. Se trata de la “Quadragesima”, que en latín significa “la Cuadragésima”, es decir, el cuadragésimo día antes de Pascua.
Han tomado prestado el número 40 de la Biblia. Son los días que llovió en el diluvio, los años que el pueblo de Israel vagó por el desierto. 40 días y 40 noches pasaron Moisés en el monte Sinaí, Elías en el monte Horeb y Jesús en el desierto. Y los tres ayunaron. Precisamente a esto nos referiremos ahora.
Conocido en muchas religiones
Muchas religiones conocen el ayuno desde hace miles de años, con motivos muy diferentes. Algunas ayunan para expulsar a los demonios, otras para prepararse para un encuentro con Dios. Algunas quieren hacer una buena obra por sus semejantes, otras quieren hacer un regalo a Dios. A veces es una expresión de dolor, otras un signo de arrepentimiento.
También se puede encontrar en la Biblia: cuando el pueblo de Nínive se arrepiente o David llora a su amigo Jonatán. Cuando Ana, en el Antiguo Testamento, se dirige al santuario de Silo, o Ana, en el Nuevo Testamento, sirve a Dios en el templo. Y cuando Saúl se prepara para su Bautismo. Pero, ¿cómo es que Jesucristo parece rechazar el ayuno?
Qué es realmente el ayuno
Jesús es tachado de “comilón y bebedor de vino”. “¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?”. Su respuesta: “Mientras el esposo esté con ellos, no pueden ayunar”. En otras palabras, la presencia de Cristo en la tierra es motivo de celebración, no de ayuno.
“Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán”. Pero el ayuno sin arrepentimiento, sin voluntad de cambio, no le sirve a Jesús. Lo deja claro con la parábola del fariseo que ayuna y el publicano que se arrepiente.
Y Cristo también se refiere a esto específicamente en Mateo 6:16-18: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan”. Y “pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto”.
Todo menos ascetismo
El ayuno no es un tema importante en las epístolas de los Apóstoles ni en la Iglesia primitiva. Más bien al contrario, cuanto más se extendía el cristianismo en el Imperio Romano –que no era conocido precisamente por su estilo de vida ascético–, menos importancia tenía.
Hubo que esperar hasta el siglo III para que el ayuno volviera a adquirir importancia. Fue en Semana Santa, como preparación para el Bautismo, que se realizaba cada vez más en Pascua. Esto dio lugar, hasta el siglo V, al período de ayuno de 40 días. A principios del siglo XVI, los reformadores se volvieron contra esta práctica, que había quedado anquilosada en las apariencias externas.
Hoy en día, el ayuno pascual es practicado por creyentes de muchas confesiones. El catolicismo y la ortodoxia tienen algunas normas estrictas. La Iglesia Nueva Apostólica no tiene normas sobre practicar el ayuno en determinados días u ocasiones, por lo que sigue la tradición de la Reforma. La decisión de ayunar o no ayunar depende del criterio personal de cada uno.
La libertad de reflexionar
El ayuno no consiste solo en abstenerse parcial o totalmente de comer. Hoy en día, el ayuno puede realizarse de diversas maneras que contribuyen a liberarse de los malos hábitos, a reflexionar sobre lo esencial y, en el mejor de los casos, a servir al prójimo. Algunos ejemplos:
- Abandonar el alcohol, el tabaco o el azúcar durante siete semanas. Tu cuerpo, “templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19), seguro que te lo agradecerá.
- Desintoxicación digital. Usa menos tu smartphone o tableta, evita los picos de dopamina como efecto del scrolling infinito.
- Reducir la huella ecológica. ¿Cómo puedo cumplir mi responsabilidad con la creación de forma más eficaz para dejar un legado más saludable a la próxima generación?
- Ayunar la boca. ¿Tengo que dar mi opinión sobre todo? ¿No me haría bien enojarme, renegar y quejarme menos?
- Ayuno de los oídos. No participar más en ciertas conversaciones: dejar los chismes, las murmuraciones y las blasfemias.
- Ayuno de la mente. Menos ira, más alegría; menos juicios, más amor.
Lo decisivo aquí, según Jesús: No debe ser un espectáculo, sino únicamente un asunto entre el creyente y Dios.
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