¿Nada puede separarnos del amor de Cristo? ¿Seguro? ¿Y qué pasa con el sufrimiento, la injusticia y la debilidad? Ni siquiera eso, aclara el Apóstol Mayor, explicando lo que realmente significa este amor.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”. Este es el pasaje bíblico de Romanos 8:35 utilizado para el Servicio Divino del 4 de febrero de 2024 en Lima (Perú).
“Este es el gran mensaje de Pablo a los romanos, del Espíritu Santo a nosotros hoy: ¡Dios te ama!”. Y así define el Apóstol este amor: “La venida del Hijo de Dios a la tierra, su sacrificio, nuestra elección, llegamos a ser hijos de Dios. Jesucristo quiere que estemos con Él en la eternidad”, explicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider.
Amor más allá del sufrimiento
Pero: “Si Dios nos ama, ¿por qué tenemos que sufrir?”. Pues “cada uno de nosotros tiene que sufrir de una determinada manera”. Algunos viven en condiciones difíciles o están enfermos. Otros carecen de pareja o de hijos. Y algunos se preocupan por el futuro de la comunidad, la Iglesia o la fe. “Y podemos agregar muchas, muchas otras cosas”.
“La respuesta de Pablo es que nada puede separarnos de Dios”. Los que tienen que pasar por el sufrimiento no son olvidados ni castigados por Dios. Al fin y al cabo, “no podemos juzgar el amor de Dios hacia los seres humanos en función de sus condiciones de vida”. El mejor ejemplo es el propio Jesucristo. El hecho de ser el Hijo amado del Padre no impidió que Jesucristo sufriera.
Experimentarlo ya hoy
“No podemos explicarlo. Lo único que sabemos es que Dios nos ama a todos”. Y eso significa: “Él quiere liberarte definitivamente del poder del maligno”. Ese es el amor de Dios, ¡tener la vida eterna!”. Es más, “esto significa que ningún poder, nada puede impedir que Dios cumpla su plan de salvación”.
Dios no solo mostrará su amor en el retorno de Cristo, sino ya hoy: “Conozco personalmente a hermanos y hermanas cuya vida entera ha sido una gran miseria. Y tienen paz en su corazón”. Experimentan el amor y la presencia de Dios en el Servicio Divino: “Dios me habló, me dijo exactamente lo que quería oír”. Experimentan la cercanía de Dios cuando oran: “Sé que Dios está aquí, Él me escucha”. Experimentan el amor y la presencia de Dios cuando celebran la Santa Cena. Y Dios puede usar a un hermano o hermana para mostrarles: “Oye, estoy aquí, te amo”.
La determinación es decisiva
“Pase lo que pase, la situación no puede impedir nuestra salvación”, afirmó el Apóstol Mayor. “Nuestra salvación no depende de lo que ocurra en nuestra vida, sino de nuestra voluntad y nuestra determinación de estar con Jesús”.
Por supuesto, “cuando experimentamos esta necesidad, puede ocurrir, y de hecho ocurre, que nos debilitemos”. Pero “ni siquiera nuestras debilidades pueden separarnos del amor de Dios”. Jesús lo entiende. Él mismo experimentó la angustia y la agonía en Getsemaní. Y no reprochó a Pedro cuando se apartó de Él. Porque el Señor no cuenta los errores, sino que juzga el amor.
El que ama será redimido
Sin embargo, tenemos la tarea de proclamar el amor de Dios y lo podemos hacer de dos maneras. Por un lado, “nuestro comportamiento, nuestra vida, nuestra forma de actuar y de reaccionar, especialmente en tiempos de necesidad y de examinación, pueden ser un testimonio, la prueba”. Y, por otro lado, “para que nuestro prójimo pueda experimentar el amor de Dios en tiempos difíciles y de necesidad”.
El Apóstol Mayor concluyó: “No podemos medir el amor de Dios por nuestra vida terrenal. El amor de Dios consiste en la vida eterna. Nada puede impedir que Dios nos redima, Él cumplirá su plan. Nuestra salvación no depende de nuestras circunstancias, sino de nuestro amor a Dios y al prójimo. Los que aman a Dios serán redimidos”.