Renacidos como hijos de Dios; esto es tan sólo el comienzo. Dios espera de nosotros que lleguemos a ser adultos en la fe. Así lo formula el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider e ilumina los pasos a seguir en el camino de la fe y de la vida.
«Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño, mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño». Con este texto bíblico de 1 Corintios 13:11 sirvió el Apóstol Mayor a alrededor de 5.000 hermanos en la fe el 21 de febrero en Uíge en el norte de Angolas.
El renacimiento por el Bautismo con Agua y Espíritu «fue nuestro nacimiento como hijos de Dios», expresó refiriéndose a las palabras de Pablo. «Al comienzo naturalmente reaccionamos como un niño pequeño. Esto es normal. Pero con el tiempo tenemos que crecer, llegar a la edad de la plenitud de Jesucristo como hombre».
«Ahora examinemos si hemos crecido o no», dijo el Apóstol Mayor y mencionó una serie de parámetros:
- Cuando un niño llega al mundo, sólo puede gritar. El recién nacido sólo puede pedir». Una de las primeras palabras que aprende un niño es decir gracias. «¿Hemos crecido en el agradecimiento?»
- Al comienzo, cuando un niño aprende a hablar, habla constantemente. En la escuela entonces le dicen: Ahora cállate un poco, oír hace sabio. «Seamos adultos en nuestro hablar. Procuremos oír lo que Dios nos dice».
- Cuando un niño es pequeño, siempre quiere que se lo lleve alzado. Más adelante quizás tiene que aprender que la madre se tiene que ocupar más de su hermanito recién nacido. Y en algún momento se espera que el adolescente se haga cargo de algunas tareas él mismo. «Nosotros queremos crecer en Cristo y pertenecer a aquellos que se hacen cargo de otros ayudándolos en sus imperfecciones».
- Las recompensas y las reprimendas determinan el comienzo del comportamiento de un niño. Un adulto, en cambio, actúa por convicción. «El adulto en la fe actúa conforme al Evangelio, porque sabe que ese es el camino que lleva a Jesus y hacia allí quiere ir». Y no por miedo al castigo o por esperanza a una recompensa.
- A los niños les gusta jugar, también les gusta jugar a «papá y mamá», entonces les resulta divertido. Los padres verdaderos siguen siendo responsables cuando las cosas se ponen difíciles. «Servir al Señor no es un juego. El que es adulto en su servicio sabe: Yo soy responsable».
- El niño no puede distinguir bien lo que es importante y valioso. «No seáis niños en la fe, no os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas» (cf. Hebreos 13:9). «El que creció en la fe puede distinguir: Yo sigo al Señor, sigo a los Apóstoles, este camino me lleva a la meta».
¿Qué es importante, entonces, para el crecimiento del niño? El niño necesita una buena alimentación, debe ser enseñado, necesita ejemplos y mucha práctica, dice el Apóstol Mayor Schneider. «El Señor nos concede todo lo que necesitamos para crecer. Él no sólo nos ha dado el Bautismo, el renacimiento de agua y Espíritu, Él nos concede el pan del cielo en la Santa Cena. Él nos enseña a través del Espíritu Santo. Él nos ha dado un ejemplo: Jesucristo. Mucho que tomamos como una adversidad o algo malo, en realidad es para que practiquemos».
«El amado Dios nos quiere ayudar a aprender, a perdonar, a orar, a confiar. Y una y otra vez el Señor nos da la posibilidad para demostrar: estamos aquí y quedaremos aquí porque estamos convencidos. Lo más importante para mí siempre es Jesucristo».