Despedirse de un ser querido duele. Y cuando a la muerte le antecede una larga y grave enfermedad, se entremezcla en el duelo un interrogante candente: ¿Y entonces no ayuda orar? A esto se refirió el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en el Servicio Divino de duelo oficiado en honor al Apóstol Xavier Arèse.
Unos 430 hermanos en la fe se despidieron el 14 de abril de 2015 en Montreuil (en los alrededores de París) del Apóstol Arèse, fallecido una semana atrás a la edad de 54 años. Participaron del Servicio Divino de duelo, entre otros, el Apóstol de Distrito competente para Francia, Bernd Koberstein y Apóstoles de las Iglesias regionales Francia, Hesse/Renania Palatinado/Sarre, Alemania del Sur y Suiza.
Palabras muy personales para el compañero
El Servicio Divino estuvo basado en el texto bíblico de Malaquías 2:5-6: «Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad«.
Con palabras muy personales describió el Apóstol Mayor Schneider a su hermano en la fe y compañero, al que había ordenado como Apóstol en su primer Servicio Divino oficial como Apóstol Mayor en su patria. Cinco cualidades distinguieron a Xavier Arèse: la palabra que lo definió como siervo de Dios fue «entusiasmo», «el amor a Dios vivía en él». Otra de sus características fue: «el santo respeto ante Dios». Además era «un hombre realmente íntegro, de lealtad absoluta». «Era un hombre de una gran visión de futuro». Y finalmente: «Fue un colaborador que trabajó con gran ahínco».
Cuando la oración parece en vano
Tan sólo cinco meses después de su ordenación como Apóstol en septiembre de 2013 fue diagnosticada a Xavier Arèse una grave enfermedad, por la que finalmente falleció. Es una prueba muy especial porque todos hemos orado mucho para que Dios intervenga, sane a nuestro Apóstol y le ayude», dijo el Apóstol Mayor en el Oficio de duelo. «Por mucho tiempo tuvimos esperanzas. Pero Dios no ha respondido a nuestras oraciones. Mis amados, al igual que vosotros quedé desconcertado: ¿Y entonces no ayuda orar?»
«No tengo una respuesta definitiva a esta pregunta», expresó el Apóstol Mayor Schneider. Pues: «Nosotros no podemos entender a Dios porque Dios ve mucho más allá que nosotros. Porque nuestro horizonte está limitado a los pocos años que pasamos sobre la tierra; en cambio Dios considera la eternidad».
Compasión de Jesús y fortaleza de Dios
«¿Y entonces no sirve de nada orar? – ¡Sí que sirve!», deja en claro el Apóstol Mayor: «¿Qué hemos hecho con nuestras oraciones? Hemnos expresado nuestro amor por Xavier. Le hemos dicho a Dios cuánto sufríamos por verlo sufrir». Y estas oraciones no fueron en vano: Jesús tiene «sentimientos por nuestro sufrimiento», pues como hombre sobre esta tierra conoció los mismos sufrimientos. «Y Dios respondió a su oración enviándole un ángel para apoyarlo y consolarlo», se refirió a cuando Jesús fue fortalecido en el huerto de Getsemaní (Lucas 22:43).
«¡Nuestras oraciones, por lo tanto, no fueron en vano!», acentuó el Apóstol Mayor Schneider. «El consuelo de Dios estará relacionado con el amor y la preocupación que hemos expresado en nuestras oraciones. Dios nos consolará por su palabra, por la paz que colocará permanentemente en nuestro corazón. Dios sabe sanar lo que los hombres no son capaces de sanar».
El pacto de vida y de paz
Pues Dios hizo un pacto de paz, dijo el Apóstol Mayor refiriéndose al texto bíblico: «Mi pacto con él fue de vida y paz, las cuales cosas yo le di». También con el difunto, Dios «hizo un nuevo pacto a través de Jesucristo. Él lo eligió para concederle la vida eterna». ¿Y en qué consistió la paz? «Xavier tenía la certeza de que Dios lo amaba». Este pacto sigue vigente. «Xavier sólo ha cambiado de un ámbito a otro, pero Dios lo prepara también allí para la vida eterna. Y Él vela para que Xavier encuentre la paz también en aquel mundo».
«Este pacto de vida y de paz también rige para nosotros», menciona el Apóstol Mayor para terminar: «Estoy totalmente convencido de que Dios no sólo nos dará pronto la vida eterna, sino que ya hoy y en los próximos días nos dará su paz a través de su palabra, a través de la Santa Cena, a través de la comunión fraternal, así como a través de la ayuda cotidiana muy concreta, por pequeñas señales de su presencia».