No solamente glorificar a Dios, sino que, además, trabajar en uno mismo. Lo que parece trabajo adicional, es la solución para poner por obra fácilmente el lema del año. El Apóstol de Distrito Bernd Koberstein (Alemania) explica cómo se lo puede hacer.
Nuestro Apóstol Mayor dijo a comienzos del año 2017: Glorificar a Dios, nuestro Padre, es el programa de este año. Pero, ¿cómo es posible? Quisiera resumir las valiosas indicaciones y pensamientos de nuestro Apóstol Mayor y dirigir nuestra mirada a Jesucristo. Su misión también era, glorificar al Padre. En su transfiguración en el monte (cf. Mateo 17:1-9 y Marcos 9:2-8), el Hijo de Dios demostró el poder y la gloria de su Padre que estaban en Él. En la oración sacerdotal, Jesús dice de su Padre: «Yo te he glorificado en la tierra…». Y luego le pide a su Padre: «Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:4-5). Esta gloria es la comunión de las tres personas divinas, es la comunión en Dios y en su naturaleza. Es la gloria del ser uno de Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios único y trino al que se profesan los cristianos (Catecismo INA 3.2.4).
La misión del Hijo de Dios fue devolver al hombre, después de la caída en el pecado, la capacidad perdida de comunión con la divinidad. Para eso vino a la tierra, fue como verdadero Dios también verdadero hombre y ofreció su vida sin pecado en sacrificio por la humanidad. Sobre este fundamento ahora edifica y continúa su trabajo a través del Espíritu Santo, para guiar al hombre a la comunión con Dios. La plenitud de los ofrecimientos de salvación basados en su sacrificio la colocó en el ministerio de Apóstol. El aceptar con fe los ofrecimientos divinos de salvación es nuestra respuesta al amor del Señor. El Señor mismo una vez describió este hecho con las palabras: «La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno…» (Juan 17:22).
El ser uno entre Dios y su Hijo también consiste en que su naturaleza es totalmente la misma. Si Cristo en sus dones salvíficos nos quiere dar la gloria, nos brinda con la salvación la posibilidad se crecer en su naturaleza. Y cuando en el día de Cristo, por la gracia que perfecciona, su novia muestre su naturaleza, tendrá acceso a la gloria de Dios. El Apóstol Pablo describe el resultado definitivo de esta transmisión de la gloria de Dios al hombre con las palabras: «… para que Dios sea todo en todos» (1 Corintios 15, parte del versículo 28). Cuando Dios entonces esté en todo y en todos , la naturaleza de los aquí mencionados también concordará con la suya.
Entonces, ¿cómo podemos hoy, en nuestro desarrollo, glorificar al Señor? Demostrando más y más de su naturaleza, que es amor perfecto, y reconociéndose más y más en nosotros y nuestro servir los rasgos de su naturaleza como la mansedumbre, la humildad, la misericordia y la apacibilidad. Esta glorificación del Señor es, al mismo tiempo, la mejor posibilidad para glorificar y alabar al Señor.
Foto: El Apóstol Wolfgang Schug y Apóstol de Distrito Bernd Koberstein (Marcel Felde)