Exhortación, presión y después todavía una mirada seria, ¿puede esto entusiasmar para una vida con Jesucristo? El Apóstol de Distrito Leonard R. Kolb (EE.UU.) se acuerda de su niñez y encuentra un paralelismo
Me llegó ante todo el último punto de nuestro lema del año: Anunciamos la gloria de Dios comportándonos como hijos de Dios. De inmediato me llamó la atención: el Apóstol Mayor prácticamente nos pide que nos comportemos como es debido. ¡¿Como si fuésemos niños pequeños?! La última vez que lo escuché fue de mi madre que, reprochándome, levantó su dedo y dijo: «¡Lenny, pórtate bien!». Pero hermanos, nos hace bien si alguna vez abrimos bien los ojos y nos fijamos con exactitud cómo nos comportamos.
¿Qué significa comportarse como un hijo de Dios? Creo que estarán de acuerdo conmigo que de niños nos comportábamos bien ya sea porque teníamos miedo al castigo o porque nos esperaba una recompensa. Cuando me comportaba mal de niño, mi madre de explicaba por qué eso no estaba bien. Y cuando yo había hecho algo bien, mis padres estaban muy contentos conmigo. Pero esto no tendría que ser lo que nos impulse como hijos de Dios a cambiar. Quizás algunos cristianos tengan miedo de que Dios los castigue y hacen algunas cosas para eludirlo, como por ejemplo ir los domingos a la Iglesia y orar. Otros, por su parte, esperan una recompensa: «Si canto en el coro y le ayudo a mi prójimo, Dios seguramente me bendecirá».
Mis amados, los hijos de Dios se comportan correctamente porque están convencidos de que es lo correcto, de que es el camino correcto. Están convencidos de que el mensaje del Evangelio nos dice cómo debemos comportarnos y orientar nuestra vida para que no sólo agrade al Dios, sino que sirva para gloria de Dios. Los hijos de Dios están convencidos de que Jesucristo, el origen del Evangelio, sabe qué acontece en el reino de Dios. Por eso lo mejor es seguirlo como ejemplo. A través de Él no conocen a Dios como el que castiga, sino como el Dios lleno de amor y gracia. Y los hijos de Dios también saben que la recompensa de la fidelidad es mucho más grande que todo lo que uno se pueda imaginar jamás. Por eso Jesús es su ejemplo para cómo comportarse.
Foto: Oliver Rütten