Este encuentro incluye temas conflictivos: estereotipos, orgullo por su propio linaje, hostilidad hacia los extranjeros. Y, no obstante, los contrincantes terminan unidos en tiempo récord: sin mediadores, sin disputas. Hace 2000 años funcionó, ¿y hoy?
A 40 kilómetros al este del Mar Mediterráneo y 50 kilómetros al norte de Israel estaba la aldea de Sicar, en la actual Jordania Occidental. Directamente frente a las puertas de la ciudad estaba el pozo de Jacob, un lugar cargado de historia. 1.800 años antes de Cristo, aquí el patriarca Jacob le había regalado a su hijo José un terreno y este más tarde hijo construir sobre el mismo una fuente.
El sol del mediodía quema, hace calor en las montañas de Samaria. Ocurre hace 2000 años. Jesús llega hasta el pozo para descansar. Sus discípulos fueron a la ciudad a comprar de comer, así explica el capítulo 4 del Evangelio de Juan.
Romper tabúes en serie
Una mujer se acerca a Jesús. Y contra todas las convenciones de aquel entonces, Jesús dirige la palabra a esa mujer. En realidad, impensable: Él, el rabí judío, ella, la samaritana, los dos entablando una conversación. ¿Qué era todo lo que se oponía a ello? Los rabinos no hablaban con mujeres porque no querían desprestigiarse y porque las mujeres no eran consideradas idóneas para mantener conversaciones sobre la doctrina. Y como si fuera poco: la mujer pertenecía al pueblo de los samaritanos.
De cualquier modo, las palabras iniciales de Jesús expresadas con tanto aprecio se convirtieron en una conversación, la que fue transmitida por la Sagrada Escritura en detalle, como pocas otras. Jesús habla sobre la vida eterna, cómo el hombre puede tener comunión con Dios y sobre la veneración a Dios. Y Jesús también habla del pasado de la mujer, de sus cinco maridos y de la convivencia sin estar casada con el sexto.
Jesús se dirige a ella, esa mujer, esa expulsada. Y Él es amable, cortés. También quiere compartir con ella el vaso, ¡uau! Se rompe un tabú después del otro, los observadores deben haberse frotado los ojos.
De agua de pozo a catarata
La conversación conmueve a la samaritana. De últimas, reconoce a Jesús como el Mesías esperado, está tan electrizada que deja su cántaro parado junto al pozo y va de prisa de nuevo a la ciudad. Ahora tiene una importante noticia para sus contemporáneos: «¡Venid, ved!», es su exhortación.
«¡Venid!», así llamó Jesús a sus discípulos al seguimiento (Mateo 4:19). «¡Venid, ved!», llamó el ángel a las mujeres junto al sepulcro (Mateo 28:6) y «Venid, ved!», llamó la samaritana a sus vecinos. Una y otra vez es una invitación abierta para convencerse a sí mismos del Evangelio. Y de ninguna manera una sabiduría que se impone: «¡Esto es así y no de otra forma!». Un «fíjate tú mismo» abre el camino para las experiencias personales.
Una historia, dos ejemplos
La historia del pozo brinda dos ejemplos para los cristianos, también para aquellos que viven en el siglo XXI: Jesús, el Señor, y la samaritana sin nombre.
- Ser abierto para todos: Después de haber hablado Jesús hace un tiempo con el fariseo Nicodemo, un erudito, en Jerusalén, ahora habla con una mujer sencilla de un pueblo samaritano. Sexo, origen, intelecto, confesión … a Jesús no le preocupan las convenciones humanas. Él trascendía los muros. El Evangelio bien lo vale. ¡También hoy!
- Dejarse sorprender: «Si conocieras …» hizo despertar Jesús la curiosidad de la samaritana al comienzo de la conversación. Con imparcialidad, la mujer entró en la conversación. También hoy es un arte, el dejarse sorprender por Jesús poniendo a un lado las soluciones que uno mismo tiene pensadas y las expectativas que parecen inamovibles.
- Llegar al punto: Jesús tocó en la conversación un punto doloroso; la mujer reaccionó con palabras con las que quería tomar distancia, explicar. «Nuestros padres…» y «vosotros judíos decís…» (Juan 4:20). También hoy es más sencillo reflexionar sobre la Iglesia en general que sobre la relación personal con Jesucristo. Es necesario, pero también representa un desafío mayor, conversar sobre la relación de uno mismo con Dios.
- Comunicar sin valerse de la moralidad: Hablar con el prójimo sin valerse de la moralidad ni atacar verbalmente. Jesús lo consiguió. Él explicó, entusiasmó y motivó sin dejar al descubierto a su interlocutor a pesar de todas las faltas existentes o sin herirlo. Cursos, talleres, entrenamientos, … la vida cotidiana moderna está llena de cursillos de comunicación. El mejor entrenador en el trato con el prójimo es y seguirá siendo el amor.
- Misionar con entusiasmo: La mujer, que era evitada por la gente, se convirtió bajo el sol ardiente del mediodía en una misionera llena de entusiasmo. Reunió a los pobladores durante dos días completos en torno a Jesús. Tarea y desafío para hoy: ¿Qué cristiano no quisiera lograrlo?
¿Y todo esto tiene que funcionar hoy como en aquella época? Los tiempos han cambiado y no obstante, no es muy diferente a aquel entonces en Samaria: los cambios en la vida siempre atraen la atención. ¿Por qué, si no, fue la gente de la ciudad hasta el pozo y se convenció por sí misma sobre Jesús? Por causa del Evangelio romper con las convenciones y objeciones humanas … esta puede ser una característica de los cristianos del siglo XXI.
«Yo soy», respondió Jesús (Juan 4:26). Ante estas palabras, más de uno en la era moderna hubiese tomado el cántaro y hubiese mojado al que tenía enfrente. ¿Y la mujer? ¿Qué hizo? Ella oyó, creyó y confesó.
Foto: Jürgen Fächle