Temporada alta para cristianos: ¿crees tú en lo que crees?
Abril, este mes se viene con todo: es alta temporada para los cristianos, el almanaque está cargado. Domingo de Ramos, Viernes Santo y Pascua están por delante.
En realidad, el tiempo de pasión es un tiempo de tristeza. La comunidad de Cristo llora, su Señor y Maestro la abandonará. El Domingo de Ramos todavía se lo ve entrar en Jerusalén montado en un pollino. Sucede como predijo el profeta, en un pollino: sin llamar la atención, pequeño, modesto. Nadie debe perderse en apariencias. Sin embargo, la avaricia material existe. Hasta dentro del templo se hacen negocios. ¿Dónde está el respeto a lo sagrado? Jesús purifica el templo. Desaprueba la conducta de los comerciantes, sólo enfocados en hacer negocios y que para eso incluso regatean y cobran precios abusivos en el templo.
Con Dios no se negocia. ¡Nuestra alma debe ser una casa de oración, no una cueva de ladrones! No vamos a la Iglesia para negociar con Dios o con el prójimo. Jesús, en su tiempo, volcó los puestos de los comerciantes. Con eso también demostró que la salvación no se puede comprar.
Viernes Santo significa: murió por nosotros
«¡Padre, perdónalos!». Una conocida palabra bíblica en el contexto cristiano. En la tradición cristiana, muchas veces se relaciona a Jesús con el siervo de Dios que sufre. Sin embargo, su sufrimiento no es algo así como un castigo por un comportamiento lleno de pecados. Todo lo contrario, Él asume el sufrimiento de otros, de los pecadores, el nuestro. Para nosotros, el Viernes Santo es un buen día, pues simboliza la victoria de Cristo sobre el mal. Su sacrificio una vez traído es valedero para todos los tiempos.
Pascua significa: ¡vida para ti!
Y después irrumpe con gran poder: «¡Ha resucitado el Señor verdaderamente!». El silencio quedó atrás, el llanto se transformó en alegría, las demandas en gritos de aleluya. La resurrección es algo tan inaudito, algo tan completamente nuevo, que incluso los discípulos de aquel entonces tuvieron dificultad en creer. Consideraron que el relato de las mujeres era «locura». Recién poco a poco comprendieron que su Señor y Maestro realmente había resucitado de los muertos. Finalmente, la fe en la resurrección de Jesucristo se convirtió en el principal fundamento de las primeras comunidades cristianas.
En nuestros días, muchas personas consideran la resurrección de Jesús como una fábula inventada para consolar a los débiles. Si bien tales cristianos creen en Jesús y lo convocan para recibir ayuda y consuelo, entienden su resurrección más bien con un significado simbólico.
¿Crees esto?
Esto está relacionado con una pregunta decisiva: ¿Quién fue ese Jesús de Nazaret? El que cree que fue sólo un ser humano, tiene problemas con Pascua. Pero el que cree que Jesús es el Cristo, puede creer en su resurrección de los muertos. La pregunta es: ¿Crees tú en el Hijo de Dios resucitado? ¿Crees tú en una fe que quedaría vacía sin la fe en la resurrección?
La Escritura es clara y precisa. Proclama el acontecimiento pascual: Cristo resucitó. Sin titubear, sin inseguridad, sin vacilar. Hay testigos que lo vieron y lo oyeron, cada uno informó en forma auténtica que el Señor se le apareció. Estos testigos de Pascua no son contadores de cuentos. Y el Resucitado no se quedó mudo. El llamado pascual «¡Ha resucitado el Señor verdaderamente!» reúne a la primera comunidad cristiana con fuerza y alegría. Para ellos lo acontecido es real, un hecho, un fundamentum christianum.
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (de Juan 11:25-26).