«Pascua, entonces tengo unos días de vacaciones», dice la pequeña Laura. Pero ella también sabe que Pascua no son sólo unos días de descanso, sino que es una de las principales festividades religiosas. Es el día en el que Jesucristo resucitó de los muertos.
Los niños lo entienden mejor que los adultos. Donde no llega el pensamiento racional, la fe se siente en casa. Y cuando se trata de la resurrección, el hombre tiene que creer. ¿Pruebas de ello? Claro, existen. Aunque todo esto resulta tan difícil de entender y ninguno de nosotros pudo estar presente. «La resurrección de Jesucristo no es la expresión de un deseo de sus seguidores en un intento de que sucesivas generaciones crean en un milagro, ni es la expresión de un pensamiento mitológico. La resurrección de Cristo es una realidad histórica. Efectivamente tuvo lugar». Así dice el Catecismo nuevoapostólico en el capítulo 3.4.11. Otras Iglesias dicen lo mismo. Y, no obstante, desde hace siglos hay debates controversiales sobre este «maravilloso» acontecimiento.
¡Nunca vi a alguien que haya resucitado!
Algunos testigos del tiempo de Jesús sí lo vieron. Ellos vieron a su Señor y Maestro. María Magdalena, María, la madre de Jacobo, los discípulos de Emaús, Pedro, Juan, incluso Pablo, todos entraron en contacto con el Hijo de Dios resucitado. Su discípulo Tomás incluso tuvo que poner su mano en las heridas para «entender» lo que había pasado. En una oportunidad lo vieron más de 500 personas a la vez.
¿Pero cómo puede ser: una persona que resucita de los muertos?
Jesús no era solamente un ser humano de carne y sangre. Él también era el Hijo de Dios. Verdadero hombre y verdadero Dios. El hombre debe poner fe si quiere creer en el misterio de la resurrección. Los cristianos lo saben: lo que vemos y entendemos, no es por mucho todo lo que hay. La fe da fuerzas para «mirar detrás de la cortina».
¿Por qué es tan importante la fe en la resurrección?
Porque es el origen, la experiencia original de la fe. Sin la resurrección nuestra fe sería vacía. Vana, como dice el Apóstol Pablo. El sepulcro vacío es el punto de partida de la fe cristiana. La resurrección es un milagro de Dios, trascendente, extrasensorial, incomprensible. Es el acontecimiento central de la salvación. La fe en el Jesucristo histórico sin seguir pensando en esta posición central de la resurrección, no es cristiana. Una teología, que aunque conozca al Jesús histórico, deje fuera su resurrección, se queda corta en sus pensamientos.
Al respecto, una vez más el Catecismo: «El confesarse a Jesús como el Cristo y la fe en su resurrección tienen una importancia fundamental para la redención del hombre. Esta fe en la resurrección de Cristo como primicia de los muertos, coloca el fundamento para la fe en la resurrección de los muertos en Cristo y la transfiguración de los vivientes en su retorno» (Catecismo INA 3.4.11.1).
Pero ahora Cristo resucitó
El Apóstol Pablo, que vio al Resucitado recién más tarde que los demás, dice: «Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? Porque si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resuctió, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho» (1 Corintios 15).
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