¿Triste y decaído? ¿Inconmovible e irreconciliable? Pueden ser síntomas de enfermedades en la vida de fe. Pero hay un remedio muy simple contra ellas: decirle «sí» a aquel que quiere y puede ayudar a todos.
«Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?». Este es el texto bíblico de parte de Juan 5:6 sobre el cual predicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 14 de marzo de 2017 en Quebec. El contexto: En el estanque de Betesda, Jesús sana a un paralítico al que nadie más ayuda: «Levántate, toma tu lecho, y anda». El enfermo cumple las palabras de Jesús e informa sobre su curación.
«Estas son las enseñanzas que podemos sacar de esta curación en Betesda», explicó el Apóstol Mayor:
- «Jesus quiere –y puede– redimir a todos los pecadores.
- Él no excluye a nadie, no se olvida de nadie.
- Él únicamente salva a los que quieren ser salvados.
- Para ser redimidos, hay que creer en su palabra y obrar conforme a ella.
- Debemos anunciar a otras personas que Jesús es el Redentor».
Síntomas de parálisis espiritual
Pero el informe bíblico también formula una pregunta a cada creyente: «¿Tengo yo síntomas de parálisis espiritual?», mencionó el Director de la Iglesia y para eso invitó a hacerse siempre chequeos de salud. Como ejemplos de «parálisis espiritual» nombró:
- falta de desarrollo en la vida de fe
- falta de alegría en el Servicio Divino o en la vida de la comunidad
- un sentimiento de no ser capaz de colaborar activamente
- incapacidad de perdonar al prójimo.
La redención está en peligro
Los motivos que la causan, por lo general no ese buscan en sí mismo, sino en el otro: «El Pastor tiene la culpa. La Iglesia tiene la culpa. El prójimo tiene la culpa». Pero en verdad: «depende de nosotros. Somos nosotros los paralíticos. Somos nosotros los que no avanzamos espiritualmente. Ya no podemos encontrar alegría».
Pero de ninguna manera hay que conformarse que sea así, pues el crecimiento espiritual es uno de los requisitos fundamentales para entrar en la gloria eterna, así como el compromiso por el Señor y la reconciliación con el prójimo. «Está en juego mi redención».
Aceptar el ofrecimiento
¿Y de dónde viene la ayuda? De Jesucristo: «¿Quieres sanar?». Esta pregunta hay que responderla de una vez por todas con un sí, dejó claro el Apóstol Mayor Schneider:
- «Hagamos que el bienestar de nuestra alma sea la prioridad número uno de nuestra vida. Y digámoselo a Dios en la oración».
- «Demuestra valor en la fe y haz simplemente lo que Dios espera de ti. Responde a su llamado y confía en Él».
- «Para nuestra salvación a veces es necesario resistir la presión de nuestro entorno»: la sociedad, la tradición o los convenios. En lo que respecta a la reconciliación, esto podría significar dar el primer paso, y esto a pesar de que uno mismo crea absolutamente tener la razón.
La conclusión del Apóstol Mayor: El Señor puede sanarnos de todos los padecimientos espirituales, con la condición de que nos queramos dejar salvar y estemos decididos a emprender los esfuerzos necesarios.