Causó una buena impresión: «Una traducción estupenda» se escucha en las comunidades y se lee en las redes sociales. Y la pregunta que se levanta es: ¿Quién es ese hombre que trabajó tanto en el Servicio Divino de Pentecostés?
Por horas Samuel Mueller hizo de intérprete en la semana de Pentecostés en Viena (Austria) -y transpiró mucho mientras lo hacía-: durante los dos días que duró la asamblea de Apóstoles de Distrito en una pequeña cabina de traducción, en más de una conversación y después en el Servicio Divino del domingo por la mañana en la Casa de Conciertos de Viena junta al Apóstol Mayor.
«¿Ya están secos otra vez la camisa y el traje?». Sam Mueller escuchó con frecuencia esta pregunta en los últimos días. Desde Pentecostés el torrente de gotas de transpiración inspiró a sus amigos de Canadá a un juego de palabras: «¿Cómo se llama el nuevo lago de Austria?». Sam Mueller lo toma con calma y sonríe. Nada le quita tan rápido la tranquilidad a este canadiense.
Esposo, padre, autor y Obispo
Sam (Samuel) Mueller tiene 46 años y está casado con Christina. Juntos tienen dos maravillosos hijos: la niña Kristin (10) y el varón Victor (7). La familia vive en Ontario, al sudeste de Canadá. Y allá lo que más le gusta hacer en su tiempo libre a este padre de familia es trabajar en el jardín, hacer caminatas junto a su familia o escribir novelas. Pero para escribir no le queda demasiado tiempo; es algo que quiere cambiar más adelante, cuenta.
En Canadá el Obispo, que se dedica principalmente a su profesión de traductor, es responsable de 20 comunidades en Toronto, Ontario, Quebec y en la zona costera de Canadá. También secunda al responsable de la juventud en Canadá. El Obispo que actualmente es el responsable pasará a descanso a fin de año; el área de actividad de Sam Mueller entonces se agrandará.
Interpretar al intérprete
La comunidad de Halifax en la provincia de Nueva Escocia es la más alejada en el área de actividad del Obispo: aunque la mayoría de las veces va hacia allí en avión, con el auto necesitaría unas 20 horas para los muchos cientos de kilómetros.
En esos viajes suele suceder que él mismo predique en inglés y otro intérprete lo traduzca al francés. «En algunas comunidades una parte de los hermanos sólo habla inglés y otra parte sólo frances», explica el hombre de los muchos idiomas.
Cada lengua tiene sus particularidades
Sam Mueller habla inglés, francés, alemán, español y también un poco de camboyano. Mas no privilegia ninguno de esos idiomas. Y eso se escucha una y otra vez durante los cuatro días del encuentro de Pentecostés en Viena: en la conversación con los hermanos y hermanas de todo el mundo salta casi de una frase a la otra entre el ingles, el francés, el alemán y también el español, de uno al otro. Y lo hace con tanta naturalidad como si fuera lo más normal del mundo.
Cada lengua tiene sus particularidades, explica el amante de los idiomas. El español está cargado de sentimientos, el alemán es apropiado para expresarse con mucha exactitud, el francés es muy elocuente … Además lo fascinan las relaciones y similitudes entre los idiomas. Pero su amor por las lenguas va mucho más allá: «Lo que quiero aprender ahora es italiano y después también lingala», dice el Obispo Mueller expresando su simpatía con una de las dos lenguas nacionales de ambos estados del Congo.
Traducir es un lujo, interpretar un desafío
Tener tiempo, consultar en el diccionario o también en Internet, esto es un lujo para Sam Mueller, explica respondiendo a la pregunta sobre la diferencia entre «traductor» e «intérprete». Cuando uno hace de intérprete está expuesto al que habla, cada palabra tiene que ser la justa, no hay tiempo para consultar ni pensar mucho. Y cada vez se siente un gran alivio si sale bien.
Intérprete que usa el cuerpo
Cuando efectuó su aporte a la prédica el Apóstol de Distrito Bernd Koberstein el domingo de Pentecostés, hubo una pequeña sorpresa para el experimentado profesional: el Apóstol de Distrito de Alemania informó sobre el concierto del sábado por la noche y del anuncio del dirigente del coro de la juventud: «¡Los cerca de 100 jóvenes aquí arden!». Entusiasmado el Apóstol de Distrito aprieta su puño derecho y lo sube de un tirón de la altura de su cintura hacia el pecho; «¡síii!». Aunque le dice al intérprete: «Esto ahora no necesitas traducirlo», Sam Mueller lo tiene claro: «No había otra que interpretarlo también con este gesto». El «ja» alemán se convierte en el «yes» inglés, el gesto es el mismo. Ambos sonríen en el altar, los participantes del Servicio Divino también.