«Señor, dame paciencia, pero que sea pronto, por favor“
Paciencia, fe, bondad y verdad. Cuatro domingos, cuatro virtudes. Todas tienen algo en común: son frutos del Espíritu Santo. Y precisamente de eso tratan los Servicios Divinos de agosto en las comunidades nuevoapostólicas: de los frutos del Espíritu Santo.
Hace poco en un Servicio Divino, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider recordó en la comunidad a Nelson Mandela, ese gran hombre de la historia contemporánea reciente, luchador por la libertad y premio Nobel de la Paz. 27 años estuvo en prisión por haberse comprometido por la justicia y la hermandad entre los hombres. 27 años de oscuridad, soledad, violación de su dignidad humana. Y luego llegó el día de su liberación. Llegó a ser Presidente de un país que después de años de conflictos finalmente se había conformado como nación. Y Mandela, ya liberado, respondió a aquellos que exigían venganza y represalias, en lugar de reconciliación y unidad: «Cuando salí por la puerta de la celda en dirección a la libertad, supe que tenía que dejar atrás mi rencor y mi odio, o tendría que quedar preso toda mi vida».
La paciencia es importante
Hacer lo que sorprende, lo que no se espera, lo bueno, confrontándolo con lo malo, esto, por cierto, no todos lo consiguen. En particular, cuando vienen tiempos malos, el hombre generalmente procura arreglarse solo y se inclina al pensamiento egoísta. En tiempos de aflicciones y tribulaciones surge impaciencia. Uno pone todo en una solución, sin falta quiere vencer. Y entonces, la paciencia –uno de los frutos del Espíritu Santo– está en peligro. La fe cristiana dice otra cosa: ¡Jesucristo nunca nos deja solos! Él siempre ayuda. Él conoce nuestros pensamientos. Entonces es necesario tener paciencia, y esta proviene de la fe. Santiago habló al respecto, y él fue uno de los Apóstoles que la practicaron. Practicar la paciencia es un proceso extremadamente activo. Ser pacientes en las pruebas no significa simplemente esperar que la tribulación llegue a su fin. Las situaciones difíciles apelan mucho más a nuestra firmeza, a nuestra perseverancia. Ser pacientes en las pruebas significa permanecer firmes en la fe en el Señor a pesar a las dificultades. Precisamente quedar pacientes cuando vienen las pruebas, cuando nuestro prójimo nos contraría, cuando las imperfecciones nos afectan especialmente, eso es fruto del Espíritu Santo.
La fe hace firme
La fe también es un efecto del don del Espíritu Santo. Mostramos fe a Dios únicamente a través de nuestra actitud, no por nuestras palabras. El cristiano maduro demuestra por medio de su obrar que es responsable ante Dios y ante los hombres. Es justo y equitativo y sensato y amoroso y orientado al futuro, y todo esto adoptando una posición firme. No se une a la opinión de la mayoría, no dice lo mismo que los demás, no se deja degradar como objeto de todos los intereses posibles. Y si la fe es una fe madura, también puede desarrollar un potencial crítico frente a todas aquellas posiciones que lo quieren cambiar.
No ser juez, sino hermano
Ser bueno, practicar la misericordia: maravillosos frutos del Espíritu Santo. Los cristianos se oponen con decisión a las acciones injustas, a la violencia o a los juicios imprudentes. A través del Espíritu de Dios son partícipes de su naturaleza, es decir también de su bondad y su misericordia. Esta es la mejor condición previa para tratar al prójimo con misericordia y bondad. El Apóstol Pablo escribe en su epístola a los Romanos: «Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano» (Romanos 14:13). Al fin y al cabo, el hombre únicamente fe lo que tiene a la vista.
Y finalmente nos guía la verdad
El último Servicio Divino dominical trata finalmente de la verdad como un efecto del Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu de Dios guía a toda la verdad. Advierte del pecado, nos enseña que con sólo asistir a los Servicios Divinos no basta, sino que más bien debemos cumplir nuestras obligaciones en el seno de la sociedad y ser una fuente de bendición para otros mediante nuestras oraciones y nuestras acciones. También exhorta a vivir conforme al Evangelio de Jesucristo, por lo que es una ayuda de orientación en el camino de la fe y asiste para pagar el mal con el bien.
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