Traicionado y vendido, calumniado y olvidado. El José bíblico tuvo que soportar muchas cosas, pero no se irritó por eso, sino que la experiencia que adquirió también hoy puede ayudar a cualquiera al que sus pares le hayan jugado una mala pasada.
José, con sus 17 años, debe haber sido una persona bastante fastidiosa: el principito del papá Jacob, de profesión hijo, alcahuete y burlador, lleno de orgullo y sin nada de tacto. ¿No es un poco duro el juicio sobre él? ¿Lo dice el texto bíblico? Sí, al menos el texto básico hebreo dice así.
«Ketonet passim», así se llama la «túnica de colores» en el original. Efectivamente, era un atuendo con mangas, adornado y largo hasta el piso, como correspondía a una princesa en tiempos del rey David, similar al hábtio de un sacerdote, una distinción que llevaba alguien que no tenía que trabajar.
«Dibbah ra’ah», así se llama la conducta con la que el príncipe heredero José trataba a su exclusivo padre Jacob: con cuchicheos y rumores sobre sus hermanos, de tipo cruel y malvado, sencillamente difamándolos.
El pequeño mimado incluso les restregaba a sus hermanos en la cara su posición de supremacía, al contarles sobre sus sueños. Pues al manifestárselos no sólo les revelaba sus ambiciones, sino que les planteaba su pretensión de que eran profecías.
Entre la escalada y la caída
Aquí comienza la historia de un cambio, una auténtica obra de la literatura mundial, con un alcance que va desde un musical hasta una trilogía de novela. El relato de José comprende alrededor de un cuarto del Génesis, no con episodios ordenados cronológicamente, sino con una composición delicada a lo largo de todo su texto: tres veces sucede que dos sueños definen su orientación dramática, dos veces prendas de vestir sirven como prueba de una mentira. Tres veces José cae, tres veces se vuelve a levantar.
José es traicionado y vendido por sus hermanos, para quienes ha caído tan profundamente en desgracia que va a parar al fondo de una cisterna. Pero cae de pie, pues su camino como esclavo lo lleva a la casa de Potifar. Llega a ser la persona de confianza del hombre que comanda la guardia del Faraón.
José es calumniado por la esposa de Potifar. Sabe esta vez cuál es su lugar. Pero cuando rechaza definitivamente a la mujer, ella intenta poner a su esposo en contra tratando de arruinar la vida de José. Y otra vez José cae de pie, no –como en realidad era de esperar– bajo las manos del verdugo, sino en un calabozo. Allí llega a ser la persona de confianza de jefe de la cárcel.
José es olvidado por el copero, cuyo sueño interpretó, hasta que el Faraón se sintió molesto por sus sueños y comenzó la escalada del hebreo como persona de confianza del soberano.
«… mas Dios lo encaminó a bien»
¿Y qué hizo que José cambiara?
Se resistió a las conquistas de aquella mujer, que en realidad tenía autoridad sobre él, porque José sabía que sus deseos eran contrarios a la voluntad de Dios. Aprovechó su don para interpretar sueños, ya no para mostrarse a sí mismo, sino que lo puso al servicio primero de unos pocos y luego de muchos. Estuvo dispuesto a perdonar a sus hermanos cuando vio que no entregaron a Benjamín, sino que lo protegieron con su vida.
José no se quebró por su destino, sino que maduró a causa de él. Y al final pudo decir: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20).