Cuando la comunidad se vuelve una familia: cristianos nuevoapostólicos en Camboya
Camboya. Suena a Campos de la Muerte, Jemeres rojos, guerra. Pero por otro lado, el país ubicado entre Tailandia y Vietnam es elegido cada vez más por los turistas, lo que tiene su razón: es un país maravilloso con personas cordiales y trabajadoras, dice el Apóstol John Sobottka.
John Sobottka es Ayudante Apóstol de Distrito y vive en Canadá. Desde hace muchos años viaja al sudeste asiático para atender allí a la Iglesia Nueva Apostólica. Su conclusión después de muchos años de trabajo misionero en un país con impronta budista es: «para poder entender a Camboya hay que entender su pasado reciente». Las personas allí llevan la impronta de las circunstancias de los años ?, hasta el día de hoy. En aquella época, los Jemeres rojos gobernaban el país. Uno de sus objetivos políticos era transformar el país en una utopía comunista, describe sus impresiones el misionero de Canadá. «La gente era expulsada de las ciudades y llevada a campamentos de trabajo en el campo». Allí morían, eran exterminados.Los Campos de la Muerte abrieron sus fosas, comenzó un dramático genocidio, un asesinato en masa al propio pueblo. «¡También en nuestras comunidades nuevoapostólicas percibimos esta parte de la historia reciente!» , resume el Ayudante Apóstol de Distrito Sobottka pensativo. Algunas personas se pudieron escapar a Tailandia, a campos para refugiados.
Un segundo comienzo
Hoy viven unas 16 millones de personas en el país. Comparada con la de los estados vecinos, esta cantidad de habitantes es más bien baja. Cuando en 1989 comenzó el trabajo nuevoapostólico en el país, la sociedad recién se estaba recuperando del terrible trauma de los años setenta. Prácticamente en todas las familias había casos de fallecimiento. Pero en la sociedad la vida comenzó de nuevo. Comercialmente empezaron desde cero. En aquella época, la Iglesia para muchos era un ancla de esperanza. En los Servicios Divinos escuchabn del amor de Dios en un mundo sin amor. La comunidad se convirtió en su familia. «Esto hace tan especial el trabajo en Camboya», dice el Apóstol, «la búsqueda de amor y protección». Y agrega: «Camboya es un país maravilloso.
Comunidades fuertes en el país
En el siglo XXI el país se enfrenta a nuevos desafíos. «Muchos miembros de la Iglesia están desde los comienzos, otros emigraron a Canadá o a los EE.UU. Ahora está en las comunidades la segunda y tercera generación», observa el Apóstol. El aumento de la modernización del país se volvió algo cotidiano. Una buena formación, un puesto de trabajo seguro están adquiriendo cada vez mayor peso y compiten en cierta medida con el compromiso de involucrarse en las comunidades. Así y todo, la Iglesia Nueva Apostólica cuenta con más de ? comunidades fuertes en el país, ante todo en las grandes ciudades. Dos jóvenes Apóstoles y dos jóvenes Obispos se ocupan de las comunidades. «Dos a tres veces por año viajo al país y me quedo una semana a diez días», describe el Apóstol Sobottka su plan de acción. Lo apoya el Obispo Voeun, quien trabaja en Camboya, pero que vive en Canadá.
Mirar hacia adelante con agradecimiento
Unos 80.000 miembros pertenecen a la Iglesia Nueva Apostólica en Camboya. «Para un país con impronta budista son muchos», opina el Ayudante Apóstol de Distrito. 540 siervos se ocupan de las comunidades. Además, hay 100 edificios de iglesias. Aunque las comunidades cristianas son bienvenidas, existe una particularidad: cuando en una aldea se fundó una comunidad cristiana, sea de la congregación que fuere, ya no puede fundarse ninguna otra. Asimismo, es muy difícil conseguir un terreno para construir una iglesia. «Los no camboyanos no pueden comprar un terreno», se dice de parte del gobierno. En una Iglesia atendida desde el extranjero, esto naturalmente resulta complicado, expresa el Apóstol. «¡Igual seguiremos en nuestro camino!».
Lo que lo conmueve especialmente, dice también el Apóstol Sobottka es que «las amistades que tuvieron su origen en los campos de refugiados en Tailandia, siguen vigentes hasta el día de hoy. Muchas veces las personas se salvaban la vida unas a otras. Se apoyaban, acudían en ayuda del otro en la necesidad. Y estas personas están hasta hoy en nuestras comunidades. Esto me hace sentir agradecido y esperanzado».