De acuerdo, hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Pero ¿cómo funciona eso realmente? El Apóstol Mayor tiene una fórmula sencilla: reconocer y corresponder al amor de Dios. Aquí, el manual de instrucciones.
La comunidad amaba al Apóstol y el Apóstol amaba a la comunidad. Y, sin embargo, Pablo escribió: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento” (Filipenses 1:9). ¿Por qué? Esto fue lo que preguntó en el Servicio Divino del 4 de junio de 2024 en Denpasar (Indonesia).
“Como seres humanos, nuestro amor nunca es perfecto. Siempre podemos amar más y mejor”, respondió el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. El modelo a seguir es, por supuesto, Jesucristo. Fue “el único ser humano que amó a Dios y al prójimo de forma perfecta”. Además, “el Apóstol sabía por experiencia: cuanto mayor es el amor, mayor es la bendición”.
Cómo amar a Dios correctamente
¿Qué significa realmente “amar” aquí? “No significa que tengamos que amar a Dios como amamos a nuestra mujer, a nuestro marido, a nuestros hijos, a nuestros amigos”. Más bien, “confiamos en Él, es nuestro único Dios. Hacemos su voluntad y queremos estar con Él”.
Para fortalecer este amor, el Espíritu Santo nos muestra lo que Dios hace por los seres humanos:
- “Envió a su Hijo para que dé su vida en sacrificio. Para que podamos tener la vida eterna”.
- “Nos ama a pesar de nuestro comportamiento. Nos da algo que no podemos ganar: la gracia”.
- “Nunca usa su poder para obligarnos a amarlo. Él respeta el libre albedrío del ser humano”.
Reconocer así el amor de Dios ayuda al creyente a tomar las decisiones correctas:
- “No puedes medir el amor de Dios por el dinero que tienes, ni por si estás sano o no. Hemos comprendido que su amor consiste en que nos da la vida eterna”.
- “El Espíritu Santo también nos ayuda a discernir los espíritus. Debemos centrarnos siempre en nuestra relación con Dios. Y entonces sabemos: sí, puedo hacer esto; no, no debo hacer lo otro”.
- “Tener discernimiento también significa ser conscientes de que necesitamos la gracia. Y hacemos lo que sea necesario para ser perdonados”.
- “No hacemos lo que hacemos por interés propio, porque queremos algo a cambio, sino porque amamos a Dios, porque le estamos agradecidos”.
- “Los que aman a Dios contribuyen a la unidad del pueblo de Dios. Porque saben que esto es muy importante para Jesús”.
Cómo amar al prójimo correctamente
También es válido para el amor al prójimo: no se trata de amar como se ama al cónyuge, a los hijos o a los amigos. Más bien, “regla número uno. Ama a tu prójimo como yo lo amo. Regla número dos. Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
También aquí el Espíritu Santo fortalece el amor profundizando en el conocimiento. Sin embargo, no tanto el conocimiento sobre nuestro prójimo y lo que sucede en su interior. Más bien, “nos dice cómo ama Dios a nuestro prójimo”. Al igual que uno mismo, el prójimo debe ser liberado del mal, recibir la gracia y saber que es amado.
Quien sabe esto puede tratar bien a su prójimo:
- “Lo único que puedo hacer por él, por ellos, es ayudarlos a descubrir que Dios los ama”.
- “Sé una fuente de bendición. Intenta comportarte como se comportaría Jesús en este caso”.
- “Cuando hago el bien a mi prójimo, también hago el bien a Dios”.
- “Piensa en cómo sufres cuando alguien no te perdona. Haz a tu prójimo lo que quieres que los demás te hagan a ti”.
- “Todos necesitan amor. Pero todos también necesitan hechos, no solo palabras”.
El Apóstol Mayor concluyó: “Amamos a Dios porque Él nos ama. El Espíritu Santo nos hace reconocer el amor de Dios por nosotros. Nos dice cómo podemos corresponder a su amor. Amamos a nuestro prójimo como Dios nos ama. El Espíritu Santo nos dice cómo podemos expresarle este amor”.